Gaza en el corazón, en el sentimiento, en la conciencia

            Con una frivolidad obscena, desde la administración estadounidense se planteó el futuro de Gaza como un gran espacio turístico. Un área objeto de negocio económico inmobiliario. El tema, conocido y que ha generado ríos de tinta, no debe olvidarse. Como tampoco se debe hacer con lo que está aconteciendo en Gaza, al margen de esa estrafalaria ocurrencia: día sí y otro también, las pretensiones del gobierno de Israel es hacerse con la Franja y expulsar de su territorio a los gazatíes, condenados a vagar sin rumbo alguno. Perseguidos, bombardeados, una población inerme está sufriendo un genocidio, un verdadero holocausto en el que las declaraciones de algunos supervivientes señalan que prefieren morir por la acción de un misil o un bombardeo antes que por hambre. Porque se está muriendo de hambre, literalmente, en Gaza, tras el reiterado bloqueo del ejército hebreo. Esto está sucediendo a poca distancia de los paraísos turísticos del Mediterráneo, donde nos abstraemos con conflictos menos dramáticos, como los aranceles o los grandes indicadores macroeconómicos.

            Cuando se aborda este tema, uno tiene que empezar condenando el criminal atentado de Hamás. Y así lo hacemos. Pero, dicho esto, la desproporción de la respuesta es tremenda: en Gaza, 17.000 niños muertos y decenas de miles de hombres y mujeres masacrados y obligados a desplazarse a zonas pretendidamente seguras que, en poco tiempo, se atacan por las bombas israelíes: escuelas, hospitales, centros de acogida. Todo deviene en objetivo militar, aunque la excusa de que ahí se esconden dirigentes de Hamás sea un pretexto inaceptable para asesinar a una población desprotegida, recordándonos episodios de otros momentos: los bombardeos nazis sobre Londres, o sobre Guernika.

            Sorprende que un pueblo que se ha visto perseguido, acosado, encerrado, asesinado, torturado, gaseado, como el judío, pueda justificar lo que está haciendo ahora mismo con la población de la Franja de Gaza, con esa idea de conquistar “espacios vitales”, un concepto que nos recuerda poderosamente el que utilizó en su momento Hitler.

            Acordarse de Gaza y denunciar su destrucción, porque hacerlo demuestra que, todavía, resta algo de humanidad en nuestras adormecidas conciencias.

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