La celebración de la ignorancia, un culmen de la estupidez

Economía española

            Tres millones de empleos creados desde 2018: más de 400 mil al año. La propuesta del PP al respecto era la creación de 250 mil anuales: un millón en una legislatura. Los datos recientes de la EPA superan con creces las promesas conservadoras. En paralelo: una tasa de paro algo superior al 10%; la más baja desde 2007. Un crecimiento del PIB que multiplica por cuatro la media comunitaria (el PIB de España ha crecido un 30% entre 2018 y 2024, según datos del INE). Item más, lo explicaba en un brillante artículo Xavier Vidal-Folch: en un reciente estudio del director general de economía del Banco Central Europeo, Oscar Arce, que dirigió hasta hace dos años el Servicio de Estudios del Banco de España, se subrayaba que los trabajadores extranjeros han sido determinantes para el impulso del crecimiento económico en España. Han edificado el 80% del incremento del PIB entre 2020 y 2025 (https://www.ecb.europa.eu/press/blog/date/2025/html/ecb.blog20250508~897078ce87.en.html.). Quienes defienden la expulsión de migrantes, deberían consultar a los empresarios que los contratan: a ver qué piensan realmente.

            Estas positivas variables no pueden ignorar la existencia de problemas en la economía española. Relacionado con lo que se comentaba el tema salarial es, en tal sentido, vital, a pesar de que se ha visto que un incremento del 60% en el Salario Mínimo ha sacado de la pobreza laboral a mucha fuerza de trabajo, de manera que aquélla se concentra ahora en el trabajo a tiempo parcial involuntario, según un trabajo recién salido del horno del economista Manuel Lago. La vivienda es otro aspecto crucial, que ya hemos destacado en otras entregas.

            Pero lo que resulta grotesco es la ignorancia general, que se adentra en la estupidez, cuando no se reconoce absolutamente nada de estas cifras, extraídas de bases de datos oficiales. Se celebra la estulticia.

Gaza

            Las demoledoras imágenes sobre el genocidio israelí claman todas las conciencias. Niños desnutridos –el hambre como artilugio letal–, cuerpos exhaustos, asesinatos en masa a personas que, simplemente, buscan comida, retrotraen a otras épocas que pensábamos superadas. A pocos kilómetros de la masacre, la población israelí vive al margen de la situación, como antaño hicieron los alemanes con el holocausto judío. Ese delirio nazi se ha trasladado a este nuevo delirio: el falseamiento de una realidad que, ahora, se nos transmite en directo a pesar de todas las cortapisas que el ejército hebreo está poniendo para el trabajo periodístico. Este genocidio persigue, como dicen Netanyahu y Trump, “acabar el trabajo y limpiar después”. Es una cínica declaración de maldad, mientras el magnate juega al golf en Escocia y el genocida bloquea la llegada de alimentos a Gaza.

            Europa declara y declara. Pero no actúa. Las palabras sobre el papel lo soportan todo. Es perentorio que se produzcan respuestas contundentes, punitivas, para parar esta destrucción, el aniquilamiento de un pueblo. Lo decía Josep Borrell: Europa mira hacia otro lado. De nuevo, una ignorancia deseada, profesada, asumida. Una celebración más de la ignorancia extrema, de la estupidez humana.

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