El proceso de globalización económica ha hecho emerger un mundo fragmentado en, al menos, seis grandes áreas económicas: Europa, que se ha ensanchado hacia el Este, con dificultades por la falta de convergencia entre los nuevos Estados y los más consagrados, junto a los graves problemas derivados de la guerra de Ucrania; el encaje de Rusia en la nueva geo-política; un espacio asiático en pleno auge, con dos colosos dominadores, China e India; el área latinoamericana, que tiene un liderazgo económico ahora mismo difuso en el crecimiento de Brasil; el África subsahariana, desmembrada de la septentrional. Aquella África negra, rica en recursos, pero desprovista de cohesiones políticas, sociales, tribales, con guerras perennes, se ha convertido, dentro de su extrema pobreza social, en objetivo fundamental para las nuevas expansiones capitalistas; por último, la sexta gran área económica es Estados Unidos, potencia que se encuentra en crisis, cuestionada en este gran dinamismo de la nueva globalización, pero todavía con latentes capacidades en distintos campos del conocimiento científico y aplicado.
El nexo común de este esquema telegráfico: las incertidumbres ante las posiciones de la administración de Donald Trump, que cuestiona la globalización tal y como la conocemos, y que infiere tres aspectos determinantes: el final del multilateralismo; la existencia de tres grandes poderes nucleares, Estados Unidos, Rusia y China; y desafíos de cuatro grandes transiciones: energética, digital, demográfica y económica (Fuente: Brussels Institute for Geopolitics).
Las posiciones de la administración Trump, que se hicieron una vez más explícitas en su discurso en la Asamblea de las Naciones Unidas, un conjunto de argumentos en el que bulos, mentiras y tergiversaciones y negacionismos fueron principales señas de identidad, conducen a un escenario internacional cada vez más imprevisible, en el que resulta difícil tomar decisiones con un cuadro de informaciones que sean veraces, dada la actitud del presidente estadounidense, cuyos cambios de opinión no obedecen a racionalidad diplomática alguna, y sí a intereses privados. El insulto al conjunto de naciones presentes en la Asamblea de Nueva York, en cuanto a la dramática situación de Gaza y la estrategia genocida del gobierno de Israel, demuestra el nivel de delirio del magnate republicano, y nos lleva a preguntarnos en manos de quiénes estamos.
Pero, además, desde la perspectiva económica, cinco factores se deducen de todo esto. Primero: la pugna creciente entre Estados Unidos y China. Segundo: la reducción previsible de la apertura comercial, es decir, la contracción de las actividades comerciales. Tercero: la des-globalización en la globalización, o sea, las grietas que se están produciendo en la cooperación pacífica entre naciones. Cuarto: la guerra comercial, auspiciada por una irresponsable –y equívoca– política arancelaria de Trump. Y cinco: el peligroso aislamiento de Estados Unidos, dirigido por una camarilla de personajes alocados que parecen vivir en un mundo paralelo, en el que se es enemigo si no se piensa como ellos dicen y promulgan. Des-globalización inquietante.