Se ha cerrado la Cumbre del Cambio Climático de París. Las conclusiones invitan a la esperanza. Por vez primera, todos los países del mundo han aceptado que el cambio climático es un hecho objetivo, y que va a afectar no sólo a la economía mundial, sino también a la misma sostenibilidad de la civilización. A pesar de las informaciones a veces contradictorias que llegaban de las reuniones parisinas, el resultado final es positivo.
Puede abrirse, a partir de esta declaración, un nuevo período de la economía mundial en el que se estimulen inversiones relacionadas con cambios en la energía y otros nichos de ocupación derivados. Ahora bien, no podemos ser optimistas de forma acrítica. Las presiones de grandes consorcios vinculados directamente a los combustibles fósiles y a su negociación, junto a las relaciones que mantienen con estamentos políticos, no va a facilitar el proceso racional de transición energética.