Se ha instalado en la izquierda una cierta melancolía. El sentimiento de que se ha ganado, pero que la división de la derecha en la capital, Madrid, ha podido confirmar, sin embargo, una alternativa ultraconservadora. En la comunidad de Madrid hay una sensación real de no haber llegado al objetivo previsto, de manera que se colocan en otro nivel los magníficos resultados del partido socialista en España. Éstos se han visto de alguna forma empañados por la situación descrita, teniendo en cuenta la relevancia que se le ha dado a Madrid en estos comicios. El tema se extiende a un par de comunidades autónomas, donde los socialistas pueden ver comprometido su acceso al gobierno –Murcia– o el mantenimiento del mismo –Aragón–, a causa de la unión de una derecha separada. La melancolía asalta. Hay que preguntarse qué ha sucedido. Un hecho parece clave: la división de la izquierda ha sido letal para Madrid, como lo suele ser casi siempre en todo el mundo, a pesar de que los dirigentes de izquierdas se obstinan, una y otra vez, en remarcar diferencias insalvables entre ellas, en vez de la gran cantidad de puntos en común existentes. Un ejercicio inútil. Los egos, soberbias y zancadillas que se han prodigado, particularmente con Pablo Iglesias como impulsor –si bien no único–, han supuesto la pérdida de votos (más de treinta mil) por el sumidero de la ley Hondt. Un auténtico disparate que se concreta en números: esos treinta mil sufragios, votos de Madrid en Pie, la escisión de Podemos en la que también se inscribe Izquierda Unida, alentada por Iglesias para confrontarla a Errejón y Carmena, hubieran sido cruciales para orientar otro resultado. En concreto, serían una mejora aproximada cercana al 2% –presuponiendo que todos ellos eran originalmente de Carmena– y, por tanto, un concejal más para la alcaldesa. La melancolía cedería paso entonces a la euforia. Lo que pudo ser y no fue: la eterna conclusión de las izquierdas cuando ha pasado la tormenta. El lamento impotente.
La división de la izquierda es una enfermedad endémica. No hay forma de superar esto, históricamente. La caída libre de Podemos y sus confluencias constituye un ejemplo de manual: debacle motivada por cuitas internas, por desavenencias personales, por protagonismos mal entendidos. Todo muy alejado de esa nueva izquierda que se preconizaba y que se alentaba, y en la que mucha gente, honestamente, creyó. Esto ha resultado vitriólico para confirmar gobiernos de progreso. La situación de Madrid ha dado oxígeno al PP: los dirigentes conservadores madrileños, avalados por Ciudadanos y la extrema derecha de Vox, marcarán metodología, discurso, relato y exabrupto, tal y como ya están haciendo en Andalucía. Y lo extenderán. De ahí que lo que acontece en Madrid se revela tan importante para el conjunto del Estado; por eso la obcecación en trabajar por conservar o acceder a los gobiernos tanto autonómico como municipal en aquella comunidad.
Trascendencia de todo esto en la configuración del gobierno de Sánchez: total. Puede ganar terreno un gobierno en solitario del PSOE, a tenor de los resultados: subida socialista, caída de Podemos. Atentos.