La Unión Europea y Mercosur (países latinoamericanos) han llegado a un importante acuerdo, tras veinte años de intensas negociaciones. Este acuerdo se alinea claramente con la dinamización comercial: carnes y otros productos primarios exportados desde Mercosur hacia Europa; frente a ventas europeas de automóviles y componentes medios (electrónicos, metalurgia ligera, entre otros). El acuerdo es histórico, y se desvincula de todo el proceso de proteccionismo económico auspiciado por Donald Trump, en su particular cruzada comercial frente a China. Sin embargo, la reunión de Osaka marca al mismo tiempo una cierta distensión en las posturas maximalistas del presidente americano. A la espera de nuevas noticias, todo indica que presiones empresariales internas han podido condicionar un cambio de rumbo en las posiciones de Trump. Esto hace presagiar repuntes en las Bolsas de valores: el mensaje, tranquilizador, puede devolver confianza a inversores.
El proteccionismo no es una buena estrategia en un mundo globalizado. Supone encarecer el comercio, virar hacia políticas que persiguen “arruinar al vecino” y no retirar escalera alguna que favorezca un desarrollo económico más autónomo. Históricamente, el proteccionismo tenía sentido en los inicios de los procesos de industrialización, y de forma temporal. Esto fue teorizado por el gran economista Friedrich List a mediados del siglo XIX, defensor del despegue industrial de Alemania y de Estados Unidos a partir de políticas arancelarias que consolidaran sus sectores emergentes. Pero el propio List matizó que todo esto era transitorio, de manera que el libre comercio debía regir las reglas básicas en las relaciones internacionales. En las grandes crisis económicas –1873, 1929, 1973, 2008– se han alzado voces, que todavía persisten, para reverdecer los cierres fronterizos, los crecimientos internos, la penalización de los competidores por la vía del encarecimiento de las importaciones. La historia económica revela que toda esa batería de medidas condujo a mayores problemas y a un retraso evidente en la resolución de las crisis. Porque las tendencias proteccionistas alimentan nacionalismos económicos que se funden con utopías políticas y económicas de difícil resolución en unos ejes comerciales tan integrados. Mientras las tasas de crecimiento del comercio internacional crezcan por encima de las tasas de la producción, se alejará es espectro de la sobreproducción, del colapso mercantil y, en poco tiempo, de la deflación.
Las noticias que han llegado de Osaka no son malas; pero están sujetas a los bandazos imprevisibles de Trump. La aportación más negativa es la persistencia en apostar por los combustibles fósiles, un factor que debiera ser reconsiderado teniendo en cuenta las consecuencias cada vez más tangibles del cambio climático. Trump se ha desmarcado de los acuerdos de París. La UE debe escribir su propia hoja de ruta en este terreno, si pretende remarcar la credibilidad del proyecto europeo. El nuevo Parlamento será determinante para consolidar una posición distinta, si bien las alternativas anti-europeístas, influidas por el trumpismo, van a zancadillear movimientos en esa dirección.