La crisis en ciernes no se resolverá aplicando los mismos correctivos de austeridad presupuestaria que en 2010. Esto parece que ya se ha entendido desde palestras europeas. Tanto el BCE, con el arrecio de nuevos estímulos monetarios; como incluso desde Alemania, con la concreción de un programa de inversión de 54 mil millones de euros consagrados a temas de carácter ambiental, constituyen sendos ejemplos de que algo está cambiando en el pensamiento económico. Es decir, laxitud en las políticas monetaria y, sobre todo, en la fiscal. Estamos hablando de un neo-keynesianismo que hunde sus raíces en los preceptos de las políticas económicas de posguerra, con la adopción de gastos fiscales expansivos y fiscalidades sobre la renta con tipos máximos del orden del 80% para la franja más rica de la población. Esto se revela con toda una sólida demostración empírica, en el reciente libro de Thomas Piketty (Capital et idéologie, Ed. Du Seuil, París, 2019).
Pero estas tesis no sólo las defienden economistas que pueden ser tildados de heterodoxos, incluyendo en ellos nombres como Joseph Stiglitz, Paul Krugman y William Nordhaus, todos ellos Premios Nobel de Economía (atención al también reciente y esencial libro de este último: El casino del clima, Deusto, Bilbao, 2019). Las posiciones llamemos alternativas van surgiendo de ámbitos tan poco sospechosos como el Financial Times (FT), la biblia liberal, que urge, en su edición del 16 de setiembre de 2019 y en portada, a “reiniciar el capitalismo” (https://aboutus.ft.com/en-gb/announcements/ft-sets-the-agenda-with-new-brand-platform/). O, como explicaba en un excelente artículo Milagros Pérez Oliva, los argumentos que se desprenden del Business Roundtable (BR) un consorcio que aglutina las 200 primeras grandes empresas de Estados Unidos, señalando que se deben tener en cuenta no sólo las apetencias de los accionistas en las empresas (y sus beneficios), sino también otros actores, como los propios trabajadores, proveedores y comunidades. Un torpedo a la línea de flotación de las teorías del también Premio Nobel de Economía Milton Friedman, padre del neoliberalismo económico con su poderosa Escuela de Chicago, que defiende que el objetivo central de las empresas es satisfacer a sus accionistas. Exclusivamente.
Sin duda, algo está cambiando cuando el FT y el BR subrayan que existen temas esenciales a abordar como el cambio climático, los problemas demográficos, los retos tecnológicos o los nuevos liderazgos en economía. Y que son necesarios cambios de comportamientos en las empresas, tal vez éticas distintas para enfrentarnos a esos retos y problemas. Los grandes capitalistas tal vez están entendiendo que seguir con estos ritmos desaforados de producción y consumo de recursos naturales, de metales y de territorios, no va a garantizar la pervivencia del propio sistema económico. Sería importante que eso se trasladara a los dirigentes políticos, para que aceptaran, ya, un ambicioso programa de inversiones que contribuiría a paliar la crisis económica y, sobre todo, a contener los efectos del cambio climático.