Lo dijo la semana pasada en Barcelona Martin Wolf, prestigioso columnista del Financial Times, biblia de la economía liberal: es necesario el despliegue de la política fiscal en Europa, si se quieren atajar los problemas económicos inherentes a una situación de atonía. La economía de la Unión Europea se encuentra, según Wolf, paralizada por la falta de acción de los gobiernos, encorsetados en las rígidas normativas que emanan sobre todo de Alemania. Aquí, en Alemania, voces diferentes ya están abogando por variar la estrategia presupuestaria y actuar, verdaderamente, como tractor de la economía europea: el superávit germánico lo permite. La inacción, amparada en el único escenario del equilibrio presupuestario, no hace más que retrasar nuevas posibilidades de crecimiento. Porque los desafíos europeos son importantes. Estos desafíos se nuclean entorno a cuatro columnas vertebrales: el cambio climático, las transformaciones demográficas, los nuevos liderazgos y los avances tecnológicos. De ahí se derivan otros retos, que no pueden eludirse; pero los cuatro que enunciamos representan condicionantes esenciales. Nadie en su sano juicio niega ahora mismo las consecuencias del cambio climático, perceptibles y harto advertidas por la ciencia desde hace años. Y las ciencias sociales deben trabajar conjuntamente con las experimentales para, primero entender, y después diagnosticar y recomendar medidas concretas. En paralelo, el cambio demográfico ya está presente. Territorios envejecidos –la Unión Europea, Japón, Estados Unidos– se hallan ante el dilema de los fenómenos de inmigración, desde áreas geográfico-económicas de crecimiento poblacional. China está controlando sus índices de natalidad; pero India tiene perspectivas de aumentar en casi 400 millones de habitantes su población hacia el 2050. Retos que requerirán la aplicación de políticas económicas tendentes a cubrir las necesidades de distintos segmentos demográficos: ahí radica la política fiscal a la que alude Wolf. Y todo esto se relaciona con las trayectorias que se detectan en la geopolítica: los avances del espacio asiático frente al occidental, que conduce a corolarios cada vez más evidentes: hacia 2030, 12 sectores estratégicos de la tercera y cuarta revoluciones industriales –orientadas a las nuevas tecnologías, la inteligencia artificial, la nanotecnología y la robótica– tendrán a China como líder esencial.
Estos nuevos desafíos infieren cambios radicales en la noosfera de los políticos. Porque para comprender la estructura y la trayectoria de un sistema social complejo hay que examinar su realidad desde diferentes ángulos. Como ha escrito el gran filósofo argentino Mario Bunge, “la sociología, la economía y la política se deberían unir y la ciencia social debería ser una en lugar de dividirse en departamentos que no se hablan entre si”. Hace falta democracia económica, insiste Bunge, es decir, una repartición más justa de los bienes materiales. Urge democracia ecológica para evitar que los recursos naturales sean apropiados por pocas corporaciones que los explotan en forma que no es sostenible. Esta podría ser una gran conclusión de la Cumbre.