Carles Manera
José Pérez-Montiel
Todos estamos de acuerdo en que, acabada la cuarentena, debe recuperarse la actividad económica. Pero no sabemos muy bien cómo esto se va a lograr. Las empresas sólo retomarán su actividad si consideran que se va a reactivar la demanda de los bienes y servicios que producen. Pero para que esta demanda se reactive, la clase trabajadora debe reincorporarse a sus puestos de trabajo y obtener ingresos (salarios) que dediquen a consumir. Nos podemos encontrar, por tanto, ante un círculo vicioso: las empresas no contratan porque no hay demanda; no hay demanda porque las empresas no contratan. ¿Cómo se puede romper ese círculo? De repente, ahora muchos economistas afirman abiertamente, obviando todo lo que dijeron en el pasado, que solo el gasto gubernamental puede romper ese círculo vicioso.
Dicho esto, ¿cómo puede gastar el gobierno si no recauda impuestos, y por tanto no tiene ingresos, porque la actividad económica está paralizada? Una opción es endeudarse. Pero ¿cómo puede el gobierno español endeudarse si el sistema financiero internacional está preventivo? De nuevo, el pensamiento económico, con aplicación a la economía real, entra en juego. El gobierno debe gastar antes de recaudar impuestos o ahorros (endeudarse). Prestigiosos economistas han estudiado durante años el funcionamiento del sistema financiero y la creación de dinero endógeno. De sus trabajos se desprende que el Banco Central Europeo, si quiere, a través del sector financiero privado, puede ejercer como prestamista de última instancia, aunque la Ley no lo permita. Y, de hecho, lo hace muchas veces. Por tanto, la Ley no es un obstáculo en la Europa del euro. La única restricción es la voluntad política de los gobernantes de turno.
Habrá quienes piensen que operar así conlleva simple y llanamente una inyección de dinero en la economía que va a provocar inflación. Pero deberíamos tener en cuenta que si existen recursos ociosos (y en España los hay) y mecanismos capaces de conectar eficientemente las dinámicas de la demanda y la oferta (y en España los hay), la emisión de dinero no tiene por qué generar inflación. Se suele decir que el gobierno Obama imprimió masivamente dólares para superar la Gran Recesión y que no hubo un repunte de la inflación en EEUU. Pero la cosa va más allá. El capitalismo occidental se reconstruyó después de la segunda guerra mundial con la mayor inyección de dinero de la historia: el sistema patrón oro-dólar creado en Bretton Woods permitió a la Reserva Federal emitir dólares sin contrapartida en una magnitud sin precedentes. Esos dólares financiaron la reconstrucción de la Europa Occidental y Japón, y no generaron inflación.
En la historia económica, existen ejemplos suficientes (imposible detallarlos en tan poco espacio) que demuestran que programas de inversiones públicas fueron muy efectivos. Estas actuaciones no se financiaron mediante un incremento de la imposición tributaria. El gasto público tampoco se financió con endeudamiento efectivo, sino que se monetizó indirectamente la deuda. La inflación fue prácticamente nula. Y el déficit público, en lugar de aumentar, disminuyó. Esto se debe principalmente a que el gasto público se realizó en ramas y sectores que generan más actividad económica y que, por tanto, tienen un efecto multiplicador elevado que hace que al final del ejercicio contable la recaudación fiscal sea mayor que el gasto público presupuestado. Es lo que se podría hacer hoy, desde Europa, España y Balears.
Los casos estudiados de historia económica demuestran que los gobiernos pueden y deben gastar primero en un escenario tan incierto y anémico de la inversión privada. Para romper el círculo.