Deflación, inflación, estímulos

El debate sobre el repunte de la inflación se ha abierto. Algunos que abogaban por un incremento del gasto, una expansión de la política fiscal que acompañara a la monetaria, señalan ahora que la inflación va a ser una seria amenaza en 2021 y 2022, precisamente a causa de ese crecimiento. La advertencia viene desde Estados Unidos, tras dos paquetes de estímulos de dos billones de dólares. Sabemos que un perfil de inflación en términos aceptables acompaña etapas de crecimiento económico intenso: por ejemplo, entre 1870 y 1913, con crecimientos del PIB del 2,19% en Europa y 3,94% en Estados, con inflación superior al 3,5%; o entre 1950 y 1973, cuando la inflación en la Europa occidental fue del 4,3%, en una fase en la que el gasto público en los países de la OCDE pasó del 25% sobre PIB en 1950 al 36,6% en 1973, mientras la productividad crecía al 5,83% en Alemania y 2,57% en Estados Unidos y la oferta monetaria se expandía a una tasa anual del 10% en Alemania y del 4% en Estados Unidos entre 1950 y 1973 (todos los datos en: Maddison Project: http://www.ggdc.net/maddison/; OCDE, http://stats.oecd.org/indexaspx; y S. Marglin-J. Schor, Edits: The Golden Age of Capitalism. Reinterpreting the Post War Experience, Clarendon Press, Oxford, 1990). Por tanto, es razonable pensar que los precios remontarán por el impacto de los estímulos fiscales durante el covid-19, y que la vigilancia de los bancos centrales contribuirá a una regulación adecuada; de hecho, la preocupación por los escenarios de deflación sigue estando presente, sobre todo en la eurozona. Seguimos con demandas anémicas. No parece que esto vaya a cambiar ni en 2021 ni en 2022: los impactos de los fondos europeos no se apreciarán de manera inmediata.

En este contexto, resulta poco sensato pensar en procesos de hiperinflación (tasas de dos dígitos), una especie de espada de Damocles que algunos economistas invocan de forma subliminal (hacerlo más explícito requeriría unas comprobaciones que no tienen). También se revela como muy cautelosa la postura de advertir de un potencial peligro inflacionario cuando, a la vez, se prescriben políticas de expansión de la demanda agregada. Resulta técnicamente alambicado justificar esto, ya que involucra una determinada política económica y su contraria.

En definitiva: la inflación aparecerá, sin duda, al calor de los estímulos monetarios y fiscales. Como ha pasado siempre. No creo que esto deba ser una advertencia severa que se obligue a seguir a pie juntillas, proveniente sobre todo de inversores que trasladan tales prevenciones, igualmente, al mundo académico. Una evolución razonable al alza de los precios (y esto es tan abstracto como aseverar que hay un peligro de inflación sin que se concrete) será un indicador de que la inversión y el consumo remontan, de que existe más circulación monetaria y de que se expanden las demandas pública y privada. Esto no es una opinión ni una hipótesis: es historia económica. Será entonces cuando los bancos centrales deban estar atentos para, sin estrangular los crecimientos que se produzcan, condicionar tipos de interés asumibles en un marco de expansión económica.

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