Economía china en la encrucijada

¿Han actuado bien las autoridades chinas con las devaluaciones del yuan? Las contradicciones en las respuestas a tal pregunta son palmarias. El FMI, por un lado, aplaudió la primera devaluación; pero en cuanto a la segunda, existen más matices. El crecimiento económico de China descansa, desde los años 1990 y a partir de liberalizaciones económicas, sobre la potencia de sus exportaciones. Costes bajos, producción en masa, control de la fuerza de trabajo, constituyen activos, digámoslo así, que han favorecido este modelo de crecimiento que está relegando el desarrollo del mercado interior. Éste tendrá más dificultades de articularse si las importaciones chinas se encarecen, de forma que cabe suponer que los saldos comerciales serán, todavía, más positivos. Esto puede ser, por tanto, un problema para la macroeconomía del país y para el desarrollo de una demanda interior más relevante.

Algunos elementos que pueden considerarse son:

  1. El impacto de las devaluaciones sobre las empresas productoras multinacionales en China.  Se comenta que firmas importantes, de producción de bienes de consumo, pueden verse afectadas por las devaluaciones. No lo tengo claro. Estas empresas producirán más en países emergentes –como la propia China– a costes inferiores, con lo que no es arriesgado aventurar que sus ventas pueden incrementarse, con la debilidad de la divisa china. Las caídas bursátiles observadas en las últimas cuarenta y ocho horas obedecen al principio básico del capital: éste tiene miedo a cualquier “ruido” que se genere en los mercados y que rompa con la placidez de los mismos. Los capitales saldrán de China si no tienen terreno en el que abonar nuevos beneficios. Y lo tienen. Ahora, a costes más bajos.
  2. Atención a los estallidos de las burbujas que se han generado en la economía china: inmobiliarios, financieros, crediticios. En tal punto, el incremento de la deuda pública sobre el PIB se está consolidando, lo que tal vez genere tensiones entre el banco central y los bancos regionales y los gobiernos de las provincias con Pekín. Un “efecto Minsky” puede estar presente en los movimientos económicos chinos, de forma que serían previsibles caídas de perfil similar a las conocidas en Europa y Estados Unidos con la Gran Recesión.
  3. Los tipos de cambio del yuan están infravalorados: es decir, la divisa china tiene más capacidad exterior ahora que antes de la devaluación, y esto a quien va a penalizar es a los exportadores europeos y americanos. El cliente asiático retraerá sus compras, y estimulará sus ventas, a costa de los productores occidentales y del avance del mercado interior chino.
  4. La pauta de crecimiento económico interior, que significaría alentar las importaciones, incrementar salarios y favorecer el movimiento demográfico, supondría liberalizar políticamente el país de manera parcial. Esto es una dificultad para las autoridades chinas y, al mismo tiempo, podría ser un factor distorsionador para el capital extranjero que invierte en sectores productivos chinos por los bajos costes laborales, sociales y ecológicos.

China co-lidera la expansión de capital, la producción mundial y el comercio exterior. Cualquier factor que afecta su economía interior tiene un impacto directo sobre la economía mundial. Las recientes devaluaciones del yuan sugieren que Pekín sigue confiando en su modelo “externo” de crecimiento más que en un desarrollo interior articulado (del tipo que conocieron los países más avanzados, con la formación de sus mercados nacionales). Las devaluaciones harán repuntar el PIB. Pero retrasan un cuadro de decisiones relevantes que afectan las políticas internas. Esta es una gran encrucijada del gigante asiático.

Esta entrada fue publicada en ECONOMÍA ASIÁTICA. Guarda el enlace permanente.

Deja un comentario