El debate económico en la actualidad ha reverdecido la idea de la reindustrialización. El tema se comenta y se plantea, como una posible agenda de política económica, ante la situación severa de crisis. Las sociedades europeas, cada vez más escoradas hacia el sector servicios, son advertidas de los problemas que se producirán al no disponer de unas actividades industriales más significativas: la caída de la productividad sería, tal vez, el elemento más reseñado. Los procesos de desindustrialización han sido, en general, relativamente recientes en la Unión Europea. Y el triunfo aplastante de los servicios, al calor de una pérdida de competitividad en los campos manufactureros, ha condicionado y estimulado el desguace industrial.
Ahora bien, en el caso de las economías regionales más especializadas en los servicios, el desarrollo industrial pasado no sólo ha sido ignorado sino, y esto me parece más grave, negado y, por consiguiente, silenciado. El ejemplo balear es ilustrativo al respecto. Las economías insulares:
1. Conocieron procesos demográficos modernos antes que el resto de España: la transición demográfica sería la muestra más emblemática, es decir, tasas más bajas de mortalidad y de fecundidad.
2. Disponían de esperanzas de vida mejores que en otras economías regionales; y, a su vez, mejores tallas de estatura en los varones en edad militar, hechos ambos que demuestran mejores condiciones de vida (sanitarias y alimenticias).
3. Exportaban productos agrícolas e industriales, con cabeceras esenciales en Palma, Sóller, Alcúdia, Andratx, Felanitx, Maó y Ciutadella. En el caso de Mallorca, la infraestructura ferroviaria contribuía a anudar un mercado interior más articulado.
4. Ostentaban niveles de industrialización que no eran despreciables, tal y como demostró en su momento (1987) el Dr. Jordi Nadal, con datos de las contribuciones industriales entre 1856 y 1900. La proyección de los mismos, realizada por el Grup d’Estudis d’Història Econòmica, ha revelado hechos transcendentales: la riqueza industrial balear permitía que la población activa en el sector secundario de la economía insular pasara de poco más del 15% a mediados del siglo XIX a más del 30% en los años 1930.
5. Contaban con una producción industrial centrada en la fabricación de jabones –siendo Andratx uno de los centros señeros de España en tal mercancía, desde 1830/40 hasta los años 1880–, tejidos de todo tipo (Esporles, Sóller, Pollença, Palma), calzado (Alaior, Maó, Ciutadella, Inca, Binissalem, Lloseta), conservas de frutas, de vegetales, de hortalizas (Porreras, Palma, Felanitx) y producción de harinas (Palma), entre otros géneros.
6. Disponían de tecnologías avanzadas, si bien el modelo industrial balear descansaba, esencialmente, en la intensidad del factor trabajo: coexistían grandes fábricas con pequeños y medianos centros productivos, labores domiciliarias, todo con gran poli-actividad de una fuerza laboral en la que el trabajo femenino e infantil estaban muy presentes.
7. Se desindustrializan a medida que avanza la economía turística. Nadie niega la importancia decisiva del turismo de masas, que ha supuesto un salto económico de gran magnitud. Pero acallar los escasos restos de la arqueología industrial balear, los rastros archivísticos y gráficos que todavía están presentes y, sobre todo, el acerbo cultural, económico y político que todo ello implicó, constituye un error monumental, un auto-odio social que es imperdonable.
Así que: pasen y vean estas 45 imágenes selectivas que demuestran, sin duda alguna, que antes de los años 1960 aquí, en Balears, existían pulsaciones económicas que permiten compararlas con otras regiones europeas…
(Fotos realizadas por Albert Aguilera y Ramon Molina de Dios, del Grup d’Estudis d’Història Econòmica, Departamento de Economía Aplicada, Universitat de les Illes Balears).