Demos tiempo a Syriza. Las prisas no son buenas consejeras. Ni las ganas de obtener resultados inmediatos, tampoco. Tiempo: eso hace falta a Tsipras. Tiempo y mucho trabajo político. Se endurecen, inicialmente, los planteamientos negociadores entre Grecia y la Unión Europea. Por ambas partes; sin una aparente tregua. No se apuren: forma parte de la teoría de juegos y de las fases de escarceos y estudios previos, antes de ofrecer medidas más plausibles. También por ambas partes.
Las preguntas a formularse son claras: ¿interesa la salida de Grecia de la zona euro? ¿estarían mejor los griegos fuera de ella, con un regreso al dracma? Mi respuesta es negativa en los dos interrogantes. Medir poco más del 2% del PIB de la Unión no puede ser la excusa perfecta para prescindir de él; pretender (como he leído) que se podían ampliar los balances del BCE, liquidar la deuda griega y, prácticamente, dejar fuera a Grecia de Europa, me parece una estrategia excesiva por extrema y dramática. Por el otro lado, lanzar por la ventana la pertenencia a un continente del que se forma parte, en origen y desarrollo, no dejaría de ser una costosísima rabieta, sin rumbo acertado.
El ministro de Finanzas griego Yanis Varoufakis (convertido ya en una estrella mediática, por su porte, voz y desenvoltura), que siempre porta consigo su carta de dimisión (ojo al dato), se está enfrentando, con bastante soltura, a los tensos procesos de negociación. La formación de este economista es muy solvente, y su conocimiento de la economía europea es relevante: sus análisis abrazan, prácticamente, desde la posguerra hasta la Gran Recesión, de manera que sus trabajos de Historia Económica resultan altamente recomendables. Esto le está proporcionando un bagaje determinante, que otros actores en las mesas negociadoras no tienen. Por ejemplo, de Varoufakis sale la idea de recordar los tratados de 1953, en los que Grecia perdonó deudas a Alemania.
Pero Varoufakis no va a conseguir todo lo que se proponía hace apenas un mes: de facto, la condonación de una parte considerable de la deuda helena. Las medidas, entonces, deberían tender a aumentar el superávit primario de las cuentas públicas (y ahí el recio Varoufakis debe emplearse a fondo: la bajada de las primas de riesgo, por ejemplo, ha de ser un objetivo capital), para disponer de capacidad presupuestaria que ataje los graves problemas sociales. Ahí tienen una bolsa de dinero para hacer frente a las primeras promesas de Tsipras: recuperación salarial, retorno a las prestaciones sanitarias, cobijo y energía eléctrica para los más pobres. Todo sin pedir un sólo euro al exterior.
Demos tiempo a Syriza. No vale con frustrarse a las primeras de cambio. Gobernar es decidir. Y aparcar los libros y papeles en el estante para pasar a una acción que configura la política económica. Atentos a Varoufakis.