Desde la privilegiada posición del piso 21 del hotel Habana Libre, La Habana se extiende, imponente, con la altivez y categoría de una vieja dama. Se aprecia a ojo de pájaro el deterioro de la ciudad, con cuadras deshechas, solares vacíos y abandonados que seguro generarán codicia; y grandes edificios que actúan como señeros faros de hormigón. El tiempo parece no haber huido: varado a fines de los cincuenta. Los habaneros se mueven dinámicamente. Pero también se detienen, impertérritos, en puestecillos de venta de maní, golosinas, galletitas, frutas o cualquier otra liliputiense mercancía: vender algo para seguir avanzando.
La gente funciona al ritmo que marca la disponibilidad de un factor crucial: el tiempo. No es así en las actividades turísticas, donde la intensidad crece. Este país tiene un grave problema de demanda interior, a parte de las dificultades inherentes al bloqueo económico y a sus contactos externos. Este estado anémico del consumo interno no obedece a que la población no quiera consumir; el tema es que no puede: sus ingresos limitados impiden gastar. Los programas de reconstrucción de Cuba y su transición hacia un modelo de economía de mercado se deben estar cociendo en algún prestigioso gabinete. Pero, a mi entender, unos ejes son precisos:
1. La construcción. Las posibilidades aquí son enormes, tanto en la remodelación de edificios y espacios urbanos, como en nuevos bienes inmobiliarios.
2. Los servicios. Una economía cada vez más orientada al sector servicios y al agropecuario (sin eliminar el minero, con la significación del níquel) puede representar un grado mayor de apertura de la economía cubana. Ahora mismo, la exportación de servicios médicos constituye una fuente de ingresos relevante para el Estado cubano; pero, en paralelo, se trata de que el turismo expanda mayores capacidades para toda la estructura económica.
3. La industria agrícola. Las caídas productivas del azúcar, siempre la seña de identidad cubana, están cediendo terreno a nuevas posibilidades que van desde los productos de invernadero, hasta las exportaciones de semillas.
4. Subidas salariales. Es éste un elemento clave que debiera facilitar el estímulo del consumo, junto a un mayor desarrollo inversor. Ello no será posible sin una colaboración público-privada.
Las posibilidades son inmensas, y requieren:
a) Canales de crédito y de inversión;
b) Normativas jurídicas que faciliten el desarrollo económico, evitando procesos salvajes de desregulación;
c) Contactos estables de carácter comercial, con el aprovechamiento de las rentas de localización.
d) La preservación y el mantenimiento de las conquistas sociales alcanzadas por el gobierno cubano: sanidad, educación, preservación ambiental en las costas (Cuba ha introducido en su constitución la conservación del 25% de su litoral y de su masa forestal).
Puede parecer un tema de manual, pero Cuba puede ser un ejemplo de transición hacia un capitalismo más regulado, diferente a lo acontecido en países BRIC o en Vietnam, con fenómenos salvajes de apertura que han han provocado la pauperización social. Un país no puede crecer si no existen condiciones endógenas que lo promocionen, que lo espoleen. Grandes inversiones en el sector turístico van a cambiar la fisonomía de Cuba, si pasa de 3 a 6 millones de visitantes por año. Los efectos de arrastre pueden ser enormes, y eso conduce a otra derivada de carácter más general: la capacidad del sector turístico para aportar valores añadidos a economías en desarrollo, de forma que esto invalida por completo la visión negativa que suele tenerse sobre el sector. Atención, a su vez, con las externalidades negativas de ese proceso: «balearizar» no es el camino para ostentar un producto de calidad y llamativo por sus grandes activos ambientales.
Es importante poner sobre la mesa la significación de la economía turística como palanca de crecimiento, capaz de diversificar el tejido productivo de una zona, con las contradicciones ecológicas y sociales que ello va a comportar. Cuba es, en tal aspecto, un nuevo laboratorio como antes lo fue Baleares. Debe esperarse que este late comers aprenda del first comers y no cometa sus mismos errores.