El presidente de España, Mariano Rajoy, como el presidente de Baleares, José Ramón Bauzá, lo fían todo a la recuperación económica, de cara a las elecciones que se avecinan. Este registro, el económico, siempre ha parecido claro para los políticos. Si la economía funciona, todo debe ir bien, de manera que el gobierno que lidera esa mejoría tiene muchos activos para renovar el poder. Los ejemplos parecen abonar esa tesis: el impacto letal de la Gran Recesión se ha llevado por delante a buena parte de los gobiernos europeos, ya de carácter nacional o de ámbito regional. Sin embargo, el «cambio» cultural que está generando la presente crisis –desmantelamiento de servicios, afloramientos de corrupciones– está derivando la atención de la gente hacia otros aspectos: el mercado de trabajo y el sentido ético de la acción política.
Esto puede explicar la desafección de una parte del electorado con el PP. Los datos macroeconómicos de recuperación, enaltecidos por los gobiernos conservadores y sus palancas de comunicación (medios e instituciones aparentemente independientes, como el propio Banco de España), no son apreciados por la población. La vida microeconómica permanece al margen de los grandes guarismos catapultados a la opinión pública.
A esto debe añadirse una actitud cicatera y prepotente de los gobernantes. Aquí, de nuevo, Rajoy y Bauzá ejemplifican esa pauta de conducta. La rigidez impasible hacia quien disiente, el arrinconar a toda posición discrepante, hace de estos dirigentes un modelo de fracaso estrepitoso en la gobernanza. Pero ahora, los números macro que arguyen, que antaño sirvieron para condenar o consolidar dirigentes –en función de los resultados presentados–, constituyen un factor que no parece tan primordial y decisivo, por dos razones. Primera: porque la población no acaba de verse impregnada por tanta bondad macroeconómica. Y segunda, porque el talante de los voceros conservadores adolece de arrogancia, soberbia y severidad. Una trilogía corrosiva que aleja al gobernante del gobernado.
Esto puede explicar que los sondeos digan lo que dicen, y que el nerviosismo, por mucho que lo disimulen, se haya instalado en el PP. No creo que éste caiga tanto como se augura: el suelo conservador es firme. Pero sí es muy probable la conformación de nuevas mayorías parlamentarias, que alejen al PP de un poder que no habrá sabido mantener. No por la economía, sino por la Política.