Grecia y el laberinto español

Mientras Rajoy anuncia que la crisis ya es historia y que 2015 va a ser el año de la recuperación económica, la Unión Europea vive la sacudida de la incertidumbre que sigue afectando la situación de Grecia. Recuerden el objetivo al acoso heleno, que no es otro que el pago de las deudas a bancos significados del sistema financiero europeo: alemanes, franceses y también españoles. El paro en el país supera el 27%, y la pérdida de riqueza está evaluada, ahora mismo, en un 30%. Los griegos son más pobres y viven en una nación mucho más insegura que hace apenas cinco o seis años. Eso sí: sus cuentas se han saneado, y si quieren recibir más dinero europeo deben seguir recortando salarios, pensiones y prestaciones sociales.

Rajoy y el PP, en paralelo, sacan pecho: el año 2015 va a ser fantástico. El mismo diagnóstico dijeron para 2012, 2013 y 2014, con resultados que todos sabemos. La macroeconomía proporciona mejorías pírricas; pero los aspectos microeconómicos delatan una situación que dista mucho de un repunte robusto. El miedo se azuza para consolidar esas pretendidas victorias: es una hoja de ruta informativa que advierte de la catástrofe que sería si gobernara la izquierda radical, tanto en Grecia como en España. No lo crean. Entre otras cosas, porque ni Sryza ni Podemos aplicarán lo que ahora prometen, de manera que, ya verán, la realpolitik también les impregnará, como ya lo está haciendo. Pero frente a esto, la actitud del PP es diáfana, presidida por un anticomunismo de matriz franquista: que vienen los rojos, que formarán nuevas mayorías en ayuntamientos y comunidades autónomas.

La sarta de tonterías y mentiras que se están vertiendo desde ámbitos conservadores es un disparate. La democracia es elegir, disentir, convencer, y también gestionar y administrar con criterios de servicio público. Y tengamos claro que cuando esos “radicales” izquierdistas se instalen en los puentes de mando deberán dejar las soflamas y los discursos tras las banderas y los platós de televisión. Y deberán decidir cosas: cosas que afectarán a personas, a colectivos, a sensibilidades dispares. Porque también en las ciencias blandas existen los juegos de suma cero. De ahí que prometer lo que ya se ve que no se va a poder cumplir puede ser muy táctico (y maquiavélico, incluso) para llegar al poder. Pero su incumplimiento generará nuevas frustraciones y desengaños. Es mucho mejor para el sur de Europa que aparezcan grupos con perfiles claramente progresistas, con tintes inequívocamente populistas, frente a otros países en los que el enfado se canaliza hacia opciones fascistas. Pero alerta con presentarse como la solución a todos los problemas. Retorcer demasiado las esperanzas de la gente puede comportar, entonces sí, salidas más imprevisibles.

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