La patronal hotelera, más cauta, ha acabado reaccionando: cuando ha visto que la decisión de implantar un impuesto turístico es firme por parte del govern, ha reiniciado la campaña apocalíptica correspondiente. Otro déjà vu.
El guión se cumple escrupulosamente: los patronos dicen que las plagas colocarán a Balears al borde del colapso, si se aplica el mismo impuesto que los hoteleros ya están cobrando, sin rechistar, en otros destinos. Los mismos hoteleros que braman en Balears, pero que callan sin problemas en otras latitudes. El impuesto se planteó en 2002 sobre pernoctaciones, tal y como se ha aplicado en Catalunya donde, por cierto, la recaudación va como un tiro en este capítulo. Para Balears, hablamos de 52,4 millones de pernoctaciones (datos de 2014) que podrían suponer entre 80 y 100 millones de euros de ingresos anuales para las arcas autonómicas. Un dinero que se podría cobrar ya en 2016, sin dilación alguna, toda vez que el turista liquida el impuesto al abandonar la estancia: no vale, pues, el mensaje de que los paquetes para 2016 ya están vendidos, y no habría lugar a introducirlo.
El govern debería ser decidido en este tema, y no marear la perdiz. El tiempo es vital, y los problemas de la hacienda autonómica imponen celeridad. El impuesto, mal llamado ecotasa, está blindado jurídicamente tal y como se redactó en 2001-2002, ya que pasó todos los tropiezos que le puso el entonces gobierno central de Aznar y salió indemne de los más altos tribunales de justicia, incluido el Constitucional. No enredemos más si se debe cobrar o no en puertos y aeropuertos: no, es la respuesta. Ya se debatió esto en su momento. No debemos distraer al personal en el sentido de que los residentes no deben pagar dicho impuesto, y se debe compensarles. Esto obligaría a una complicada ingeniería jurídico-mercantil, para no ser descalificados por la Unión Europea. Quien pernocte en establecimientos hoteleros, debe pagar: sea de aquí o de Pernambuco.
Hagamos lo que ya hicimos y lo que, recuérdese de nuevo, está haciendo ahora el govern de la Generalitat, un Ejecutivo de derechas que ha aplicado el impuesto turístico –casi un copy & paste del balear– sin tensiones calamitosas en su entorno empresarial. Y con una masiva afluencia de turistas, de manera que la aplicación impositiva no ha desactivado para nada la llegada de visitantes. La forma de soslayar el miedo, que ciertas voces pueden ir transmitiendo, es la rápida toma de decisión por parte del govern.