Los bancos son ahora más grandes que antes de la crisis –según Jeff Madrick– y las primas enormes que empujan a los banqueros a correr riesgos imprudentes sigue siendo la norma. Madrick denuncia un sistema financiero desregulado y una élite económica corrupta en Estados Unidos; y paradójicamente no piensa que los problemas de deuda sean tan graves ahora. La gran dificultad es el bajo crecimiento económico y la adopción de políticas de recortes presupuestarios en un momento nada indicado (Madrick, 2011).
Para Robert Shiller, no se ha aprendido ninguna lección, hasta el punto que advierte que la crisis puede volver a producirse. El sistema bancario no ha aumentado sus ratios de capital, y no se ha hecho casi nada para regular las instituciones financieras no bancarias. De hecho, Bank of America, Citigroup, Goldman Sachs, JP Morgan, Chase, Morgan Stanley y Wells Fargo dominan la banca de Estados Unidos; están garantizados por el contribuyente, de manera que esto crea incentivos para más excesos, como el nuevo repunte de las hipotecas basura. Las operaciones bancarias en la sombra (servicios de inversiones y préstamos de instituciones financieras que actúan como bancos, pero con menos controles) han subido de 59 billones a 71 billones de euros entre 2008 y 2013, de forma que se detectan pautas de endeudamiento similares a las conocidas antes de la crisis[1]:
- Exceso de confianza en los mercados de capital a corto plazo (esta fue la causa de la caída del prestador hipotecario Northern Rock, de los bancos islandeses y de Lehman Brothers).
- La internacionalización del yuan abre nuevas posibilidades a las inversiones extranjeras en China, y ello aumenta los riesgos de la economía mundial ante la posible vulnerabilidad del sector bancario chino (recuérdese lo dicho en el capítulo 1 de este libro–. El total del crédito interno en China ha crecido de forma enorme, de 9 billones a 23 billones entre 2008 y 2013.
En relación a la eurozona, Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff (Reinhart-Rogoff, 2013) han expuesto que la experiencia histórica demuestra que es imposible crecer y reducir deuda aplicando austeridad y paciencia. La deuda, señalan, se ha contraído siempre mediante la inflación y la reestructuración. En concreto, exponen, a partir de la Historia Económica, las formas de pagar la deuda[2]:
- Con más inflación, hecho que reduce el valor de la deuda. El tema choca con los planteamientos del BCE, que centra sus actuaciones en alcanzar una inflación del 2 por ciento. La exigencia debería ser que, en efecto, el BCE cumpla sus cometidos, toda vez que los precios están ahora mismo por debajo de ese 2 por ciento; pero se sigue exigiendo austeridad, con lo que la deflación no se corregirá y el pago de la deuda será más difícil.
- Gobiernos europeos y el BCE deberían obligar a bancos y empresas –y consorcios que negocian fondos de pensiones– a comprar deuda pública por debajo de su valor y, a la vez, regular los movimientos de capitales para evitar su fuga.
- Mayor crecimiento económico, que debería ser muy superior al alcanzado por la eurozona en los últimos años (con cifras inferiores al 1 por ciento). La consecuencia de esto va a ser el aumento de los déficits públicos –si se mantienen políticas de bienestar y los estabilizadores automáticos– y de la deuda.
Una conclusión se desprende de todos estos datos: las instituciones económicas deberían haber aprovechado la crisis para fijar unas normas globales sobre el capital, y marcar reglas claras sobre los pasivos que poseen los bancos y las entidades financieras. En tal sentido, los compromisos del presidente Obama cuando ganó las elecciones fueron claros: por un lado, garantizar que el crecimiento económico no volviera a basarse en una expansión de deuda, una burbuja de vivienda y un déficit financiado externamente; por otro, rediseñar el sistema financiero para combatir la especulación, restablecer medidas fuertes de regulación y exigir ratios mucho más drásticos de capital. Ambos aspectos siguen, todavía, sin cumplirse.
[1] Véase: http://www.nytimes.com/2013/12/19/opinion/gordon-brown-stumbling-toward-the-next-crash.html?_r=0.
[2] http://www.cepr.org/pubs/dps/DP9750#. DP9750: Financial and Sovereign Debt Crises: Some Lessons Learned and Those Forgotten. En un interesante artículo, Guillermo De la Dehesa (De la Dehesa, 2014) plantea soluciones posibles para la deuda de la eurozona. Una se centra en la mutualización de parte de la deuda, la que supere el 60 por ciento del PIB de los países. Toda esa deuda pasaría a un fondo europeo de redención de la deuda, financiado con la emisión de “euroletras” con garantía de los Estados, y con contribuciones del Mecanismo de Estabilidad Europea. La segunda se basa en una reestructuración de la deuda, a partir de un programa denominado PADRE, que debería hacerse a partir del BCE y que exigiría compromisos decididos de carácter político por parte de los Estados. Este trabajo que invoca De la Dehesa, fue presentado por Pierre Paris y Charles Wyplosz: http://eml.berkeley.edu/users/eichengr/bellagio/padre.pdf.