A propósito del cambio climático: economía y termodinámica

  1. La “biología económica”: bajo la idea de las funciones ambientales

Los hechos físicos infieren una reflexión profunda sobre la ciencia económica, en un sentido claro: los paradigmas económicos convencionales no siempre tienen respuestas adecuadas para cotejar los serios problemas ambientales que sacuden el planeta, tanto a escala general como dentro de un ámbito más local y/o regional. En este sentido, se plantean a continuación unas coordenadas precisas de reflexión y debate:

  1. La monetarización de los costes sociales. Para hablar de valor económico total tendríamos que incluir tres componentes: el valor de uso actual, el valor de uso futuro y el valor de existencia, es decir, que algo exista y que valga la pena, aunque no se use de manera comercial, como por ejemplo las especies vegetales y animales. Los métodos para medir esto pueden ser de cariz directo o indirecto. Las primeras se fundamentan en preferencias reveladas o por la disposición a pagar por la obtención de determinados beneficios ambientales (o evitar costes ambientales), bien mediante mercados implícitos (por ejemplo, viviendas más caras en zonas no contaminadas), ya a través de técnicas experimentales o cuestionarios que intentan conocer la voluntad de pagar de los encuestados. Las segundas tratan de evaluar la relación que existe entre la contaminación y su impacto ambiental no monetario, ya sea sobre la salud, la vegetación, los edificios, las cosechas perdidas, evaluándolo posteriormente en términos económicos. En este respeto, algunos economistas señalan que el interés de estos métodos radica en que contribuyen a proporcionar estimaciones monetarias, que proporcionan información sobre los daños ambientales. Sin embargo, cuando nos enfrentamos a una situación en la cual la contaminación es positiva, es decir, cuando las emisiones de residuos superan la capacidad de asimilación ambiental, las limitaciones anteriores son tan serias que el análisis coste-beneficio resulta inoperante y se hace necesario acudir a evaluaciones de tipo sanitario, epidemiológico o biofísico.

En esta misma línea interpretativa, cada vez resultan más atractivas las nociones de «funciones ambientales» que desarrolla el medio ambiente, puesto que la decisión sobre el mantenimiento de dichas funciones a un nivel sostenible o reproducible es la vinculación a unos criterios biológicos. Por ejemplo, la calidad del agua para uso urbano no puede depender de la capacidad de renta, sino de un mínimo biológico relacionado con la salud. Este criterio, aplicado a diferentes funciones ambientales, nos traería a que, una vez tomada la decisión de tipo biológico, correspondería a los economistas y técnicos establecer la vía menos costosa de mantener dicha función a través del análisis coste-eficiencia. Algo similar pretende conseguir la Contabilidad del Patrimonio Natural, que intenta saber la disponibilidad de los recursos naturales de un país o región tanto en calidad como en cantidad, para identificar cuál es la situación de los recursos, de forma que se puede evaluar con mayor propiedad la situación económica general.

  1. La economía entendida como sistema abierto. De lo expuesto se desprende que es muy difícil considerar los hechos económico-monetarios como aislados de la naturaleza, desde el momento en que los sistemas económicos se encuentran íntima y recíprocamente relacionados con los otros sistemas y, en este sentido, son fundamentalmente sistemas abiertos. Es posible que el considerar la economía como un sistema cerrado resulte conveniente desde el punto de vista metodológico y le permita a la teoría económica formular sus conceptos y teorías de acuerdo con los cánones de la lógica matemática formal. Pero esto tiende a perpetuar una percepción sesgada de la realidad, que reduce nuestro horizonte teórico. Las implicaciones sobre la noción y el objeto de la economía que se derivan de la consideración de los sistemas económicos como sistemas abiertos son variadas y de gran trascendencia. La idea de economía tendría que considerar tres aspectos fundamentales:
  • Replantearse los conceptos económicos que han sido creados para tratar cuestiones en un contexto de sistema cerrado, es decir, como si no existieran la biosfera ni las leyes físicas, pero no de sistema abierto en el cual el hombre interactúa de manera inevitable con el medio ambiente mediante relaciones que no constituyen intercambios que pasen por el mercado.
  • La necesidad de estudiar el funcionamiento de los ecosistemas, para profundizar qué es realmente lo que se va a gestionar.
  • Decidir qué estilos de vida y de desarrollo son compatibles o sostenibles con los diferentes ecosistemas y si las tecnologías disponibles son las adecuadas para lograr esta finalidad.

Ahora bien, esto no significa pasar de un reduccionismo económico a un reduccionismo ecológico. La ecología proporciona conocimientos sin los cuales no sabríamos dónde estamos, en términos biológicos; pero no nos puede explicar ni la existencia de enormes diferencias de renta y riqueza, tanto entre países como dentro de cada uno de ellos, ni, por lo tanto, la disparidad en el consumo de recursos naturales y de generación de residuos. Tal y como señala J. Martínez Alier, ni la asignación humana de energía y recursos materiales a diferentes usos puede explicarse sólo mediante las ciencias naturales ni la economía se tiene que convertir en una mera ecología humana.

  1. La economía, ciencia social. La economía que acepte las premisas alternativas exige un esfuerzo de investigación transdisciplinar que excede la competencia de los economistas, pero que no se puede realizar sin ellos. Esto exige una actitud mental diferente por parte de los economistas, para incorporar las nuevas nociones que son perentorias para pensar en términos de sistemas abiertos. En tal aspecto, la economía ecológica pretende comprender la posición del hombre en un mundo que se encuentra simultáneamente creado y destruido. Hay tres tipos de problemas o áreas sobre las cuales trabaja actualmente la economía ecológica:
  2. Conceptos y métodos: establecer conceptos e instrumentos analíticos para la economía ecológica. En primer lugar, la importancia ineludible de las leyes de la termodinámica y de la influencia que ejerce el marco institucional en la determinación de la formación de los precios y de los valores monetarios. En efecto, el mensaje que lanza el segundo principio de la termodinámica es que, como dicen Ilya Prigogine y Nicholas Georgescu Roegen, nunca podremos predecir el futuro de un sistema complejo, puesto que este devenir es abierto. En segundo término, cualquier transformación de la economía no puede ignorar, tal y cómo recuerda Adam Smith en su Teoría de los Sentimientos Morales que, en último término, la justicia es la columna vertebral que sostiene todo el entramado, sin el cual el edificio de la sociedad humana se deshace en pequeños átomos. Y, en tercer lugar, la historia económica prueba indiscutiblemente que la naturaleza tiene un papel preponderante en el proceso económico y en la formación del valor económico. Hay que indicar que esto es fundamental para considerar las consecuencias para los problemas actuales de la Humanidad.

A partir de estas consideraciones, la pregunta que sigue es muy simple: ¿qué hace el proceso económico? Una respuesta al interrogante planteado señala que hay que considerar el proceso económico como un todo, examinándolo también desde el punto de vista físico. Lo primero que se advierte es que el proceso es un sistema parcial que se encuentra circunscrito por un límite a través del cual se intercambia materia y energía con el resto del universo material. ¿Qué hace este proceso material? La respuesta es clara: ni produce ni consume materia-energía, tan sólo las absorbe y las expulsa continuamente. Esto es lo que la Física nos enseña. Pero la economía no es Física pura. Al fin y al cabo, en economía existe una diferencia entre aquello que entra al proceso económico y aquello que sale. El proceso económico recibe recursos naturales valiosos y emite desperdicios sin valor. Según Robert Ayres, el 93% de los materiales empleados en la producción industrial acaban por ser residuos, de forma que los costes ambientales son enormes. Este hecho viene confirmado por la termodinámica. La materia-energía entra al proceso económico en un estado de baja entropía y sale en un estado de alta entropía. Cuando se quema un fragmento de carbón, por ejemplo, su contenido de energía química ni se reduce ni se incrementa. Sin embargo, la energía libre inicial se disipa en forma de calor, de humo y de cenizas, de forma que el hombre ya no la puede utilizar. Asimilar estas coordenadas en el mundo económico es decisivo para cambiar las perspectivas metodológicas y teóricas imperantes en el terreno de la economía convencional.

Como ciencia estructurada, y en el sentido que estoy comentando, la Física se apoya en dos principios deducidos de la experiencia, denominados primer principio y segundo principio de la termodinámica. Primer principio: en un sistema, la variación de la propiedad termodinámica llamada energía interna (E) es igual al calor absorbido (Q) más el trabajo externo (W) efectuado sobre el sistema: E=Q+W. Este es un principio de la generalización de conservación de la energía, y se establece la equivalencia entre la energía térmica (calor) y la energía mecánica (trabajo), sin especificar en qué condiciones se pueden hacer las transformaciones termodinámicas que permiten de pasar la una a la otra. Segundo principio: enunciado por Carnot el 1824 y restringido a las máquinas térmicas, afirmaba que para producir trabajo a partir de energía térmica, hay que disponer de una diferencia de temperaturas. El estudio de Carnot demostraba un hecho elemental: que el calor se mueve únicamente de un cuerpo más caliente a otro más frío. Y cuando el calor de un sistema cerrado se ha diseminado de tal manera que la temperatura se ha vuelto uniforme en todo él, el movimiento del calor no se puede invertir sin la intervención externa. La energía calorífica libre de un sistema cerrado se degrada continúa e irrevocablemente hasta volverse energía no disponible. En este sentido, la entropía se entiende como la cantidad de energía no disponible, y acusa incrementos continuos hasta el punto que la orden de un sistema se transforma progresivamente en desorden. Prácticamente, todos los organismos viven en un estado de baja entropía en la forma encontrada en su medio inmediato. El hombre es la excepción más notable.

 

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