…E la nave va…

Subidas de tipos de interés en Estados Unidos, caída de los precios del petróleo y de las materias primas, ascenso de la prima de riesgo española, inquietud bursátil, temor del dinero…Este es el cóctel económico que enmarca los resultados de las elecciones del pasado domingo. Estamos ante un panorama incierto, pero no insólito en el teatro europeo. Casos parecidos se han visto en Italia y, de hecho, el país, a pesar de los pesares, ha seguido adelante. Bien es cierto que acuñando la famosa frase de que es un caos…que funciona. E la nave va

El barco de la economía española también sigue surcando. Pero varios comodoros (del Ibex35) tratan de enderezar el rumbo…político. He aquí una intromisión evidente, que infiere advertencias a veces amenazantes: huida de capitales, desinversiones, posibles rupturas de proyectos, todo con el objetivo puesto en que se arbitren acuerdos llamados «de Estado». Éstos tienen un gran damnificado, que es el Partido Socialista. Su dirigencia –y parece ser que sólo ella– debe ser responsable, disciplinada, ecuánime e, incluso, capaz de inmolarse ante la pureza incólume de los nuevos y la parálisis del PP. Con los interesados consejos de los grandes consorcios bursátiles. Pero es el PP, el que ha ganado las elecciones, el que debe ser el máximo responsable de los próximos pasos políticos. Su función es intentar formar gobierno. Pero parece que todos sus movimientos se acaban por enfilar hacia el PSOE, centro de atención mediática y núcleo del posible cambio. Sánchez está rodeado de caninos adversarios con ansias de que se estrelle, y copar así sus despojos. Pero fíjense cómo, en la teoría, los impolutos hablan de «unidades de la izquierda», «hojas de ruta comunes» y, también, de «líneas rojas» que, sobre todo los socialistas, no pueden pasar bajo ningún concepto. Es una curiosa forma de establecer puentes de negociación: un tacticismo voluble que gira en función de las necesidades –antes no se pedía referéndum en Catalunya; ahora sí– y que, perdónenme, me remonta a la tan criticada «vieja política».

Las responsabilidades en los tiempos que corren deben ser compartidas. No pueden enhebrarse sólo con un tejedor. Un partido que dispone de casi setenta escaños ha de tener claro que su tiempo de sólo reivindicar ha pasado; o, mejor, que debe compatibilizarlo con otro en el que deberá decidir sobre temas en los que, quizás, aparecerán contradicciones y posturas internas a veces asimétricas. El PSOE deberá ejercer su práctica ya demostrada en trabajar en escenarios difíciles y, tal vez, su mayor ejercicio de responsabilidad sea pasar a la oposición si ve que resulta imposible vertebrar acuerdo alguno con quienes se presentan como limpios de polvo y paja. La Política deberá aparecer. La Economía debería dejar hacer, entonces, respetando la voluntad de los ciudadanos.

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