La complicación post electoral plantea una serie de reflexiones, que tiene en la teoría de juegos su razón de ser:
- El primer paso de Sánchez ha sido correcto, en el sentido de mantenerse firme en sus posiciones. Los escenarios que se le dibujan a priori son negativos: haga lo que haga, será criticado y sus pérdidas se harán efectivas. Permitir de forma unilateral la investidura de Rajoy será letal; abocarse a unas nuevas elecciones, también. De manera que no moverse puede ser, por el momento, la acción más inteligente.
- En el interior del PSOE existen jugadores diversos, con horizontes que pueden ser dispares. Aceptar el juego de Podemos puede ser letal: ya se ha anunciado por parte de ciertos barones socialistas. Pero no ofrecer una hoja de ruta propia también se adivina problemático; en tal punto, los integrantes del «juego» deberán desplazarse para adoptar nuevas posiciones, en función de los movimientos de los otros. La capacidad de Sánchez para fortalecer su actuación dependerá de su capacidad seductora hacia los otros jugadores de su propio partido: hacer ver y entender que, tal vez, sea necesario tener preparada una estrategia de gobierno amplio, progresista, para evitar nuevos comicios, que se aventuran muy perniciosos para los socialistas por el efecto fagocitador de Podemos. Esto es lo que querría la formación violeta.
- Podemos no puede estar al margen. Su estrategia populista siempre ha tenido costes cero; pero ahora el escenario ha cambiado y, tal vez, deba posicionarse de forma resolutiva si Rajoy es incapaz de articular una nueva mayoría parlamentaria. Aquí, el problema lo tendrá Iglesias para arbitrar una respuesta que no parezca entreguista hacia el PSOE pero que, a su vez, no le haga aparecer como el líder que impidió un acuerdo en la izquierda. ¿Apoyaría a Sánchez como presidente? He aquí su gran incógnita y, seguro, su gran responsabilidad.
- Ahora bien: quien debe moverse primero en el tablero más amplio es el PP. Ya lo ha hecho, pero con gran torpeza: las prisas no suelen ser, en estos casos, buenas consejeras. Citar a los líderes tan pronto sin disponer de preparaciones previas, es un brindis al Sol. La incapacidad conservadora para negociar se revela a las claras en esta nueva etapa política: la incultura del pacto en las filas del PP va a ser un gran impedimento para que configure un grupo que sea suficientemente solvente para tirar adelante los proyectos que se acaben consensuando. La imagen de soledad del PP está servida.
- Urge mayor calma. Las presiones económicas y mediáticas van a ser enormes, y ante esto deben evitarse ocurrencias como, por ejemplo, la propuesta de Podemos para que un independiente sea investido presidente del gobierno. Tal idea es reconocer el fracaso electoral de todas las formaciones, y sugiere al mismo tiempo el descentramiento político de la fuerza emergente: tras la pancarta, se vivía mejor.
- No debería ser arriesgado pensar en una investidura de Rajoy con la abstención de TODA la Cámara, sobre la base de un planteamiento claro: la reforma de la Constitución, para dar cabida a soluciones al tema de Catalunya. Esto puede parecer ilusorio; pero tal vez fuera una vía de salida para evitar la convocatoria de nuevos comicios. Pero aquí la responsabilidad ya sería compartida: también Podemos debería abstenerse, no sólo el PSOE, si se llegara a un acuerdo del tipo que expongo. Difícil, sin duda. Pero no más que otras vías que se han expuesto como líneas rojas: el referendum de Catalunya, el mástil al que se abraza Podemos, no va a poderse desarrollar sin la aquiescencia del PP. Cualquier otra solución que suponga atajar con resolución la situación catalana pasará por una reforma constitucional que requiere la altura de miras de TODA la Cámara. Y no sólo del PSOE. ¿Se estará dispuesto?