Rajoy abre la «cuarta vía»

El Financial Times publicaba hace pocos días un editorial en el que se ejercía una fuerte presión sobre el PSOE para que se abstuviera en el debate de investidura de Rajoy. No ha dado resultado, a pesar de múltiples insistencias de todo tipo en la misma dirección, económicas, políticas y mediáticas. La firme posición del equipo de Sánchez ha colocado a los socialistas en un escenario de coherencia política, básicamente por dos motivos centrales: lo grotesco que resultaría facilitar la investidura de un partido con evidentes ejemplos de prácticas corruptas –liderado por un dirigente, Rajoy, que puede ver abiertas causas penales, afirmación avalada por las investigaciones judiciales en curso–; y las bases económicas que se han planteado en el acuerdo PP-C’s, sin que acertemos a entender cómo pueden cuadrarse las cuentas públicas sobre la contradicción que significa querer frenar el déficit –que exige Bruselas– sin la más mínima presión fiscal directa.

¿Qué ocurrirá ahora? Los llamamientos prosiguen, pero desde otras órbitas. Por ejemplo, un grupo de profesionales de renombre –más de cuatrocientas personas– piden la configuración de un gobierno entre PSOE, Podemos y Ciudadanos, bajo una nomenclatura, Pacto de Progreso (la expresión es de Baltasar Garzón), una “cuarta vía” que aglutine una hoja de ruta programática edificada sobre tres pilares: la reversión de los recortes, la sociedad del bienestar y el consenso democrático. Una experiencia parecida –con claros matices– a la que en Balears se ha editado desde 2015, como ha puesto de relieve la presidenta Armengol, con resultados provisionales positivos para sectores sociales vulnerables y colectivos profesionales. Esta es una posibilidad que no debiera descuidarse, si las tres formaciones eliminan absurdas líneas rojas.

La actitud de los dirigentes que se han unido en el proceso de investidura, del PP y C’s, no ha podido ser más ilustrativa. Rajoy ha conocido su propia medicina, cuando criticó severamente a Sánchez en la breve pasada legislatura, al presentarse sin los apoyos necesarios. Sus palabras se las ha tenido que tragar: sapos indeseables que han comportado imágenes de tensión en las filas de sus socios de C’s. La expresión de Rivera en el hemiciclo era todo un poema; las declaraciones de sus representantes, tildando de “plano” y poco efusivo el discurso de Rajoy que avalaba un acuerdo programático, son elocuentes del grave problema de este entente: la falta absoluta de credibilidad, en todos los sentidos, en el político y en el económico. Por su parte, las palabras del portavoz del PP, en su clásica actitud chulesca, ofrece pocas dudas de la fusta con la que están labradas estas generaciones conservadoras.

Pactar supone reconocer la disensión. Y gestionarla. El discurso y las intervenciones posteriores de Rajoy inciden en falta de metodología al respecto, lo que resta confianza y capacidad de reacción. El PP es el partido más corrupto de la democracia (todos sus gerentes, absolutamente todos, están inmersos en casos de corrupción); también es el menos preparado para articular una vía de regeneración. No son de fiar. Que se abra una “cuarta vía”.

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