La posible convocatoria de nuevas elecciones ha encendido alarmas en determinadas palestras y declaraciones políticas. Cabeceras como The Wall Street Journal, The Economist, El País y ministros como De Guindos, se han apresurado a indicar que los comicios van a retrasar la toma de decisiones y eso va a afectar la evolución de la economía española. El foco se intensifica hacia el PSOE y su secretario general: éstos son presentados como los principales responsables del tema, y serán los causantes de la ralentización económica que puede avecinarse. Ahora bien, los datos no parecen invitar a tales premoniciones. Las cifras macroeconómicas no se han resentido, ni parece que vayan a hacerlo por los motivos que se aducen. La balanza exterior de la economía española arroja superávits, la demanda interior aumenta un 1% –dato que empuja al alza el PIB–, y la ralentización que pueda observarse en los próximos meses obedecerá a otras causas: el fin de la temporada turística, el reflujo de contrataciones laborales en el sector servicios y los problemas que afectan a las locomotoras europeas, Alemania y Francia especialmente. Redireccionar la responsabilidad de eso a los socialistas constituye un factor más de presión, un chantajismo en toda regla: absténganse y la economía seguirá fuerte; nieguen a Rajoy la investidura y todo va a hundirse. Muy simple para ser real, a tenor de las informaciones disponibles.
El gobierno español dispone de resortes que pueden amortiguar los pretendidos problemas que se aducen. Por ejemplo, puede desbloquear la posibilidad de elaborar los presupuestos de las regiones, si comunica a éstas cuáles son las previsiones de ingresos y transfiere las entregas a cuenta. Eso puede hacerlo Montoro ahora mismo. Pero no quiere. Y esta negativa crea muchos problemas a las autonomías, que no disponen de datos ya conocidos en el Ministerio de Hacienda, pero que no hace públicos precisamente para generar el descontento de las consejerías de Hacienda, con el fin de que éstas, a su vez, ejerzan otras presiones al PSOE. En tal aspecto, se está pidiendo a los socialistas que no sean coherentes con su programa ni con sus promesas electorales. La incoherencia del PSOE avalaría así la incoherencia de Ciudadanos, y santificaría la posición cerril del PP, que apenas se ha movido.
Los datos son meridianos: 2016 se va a cerrar con crecimiento económico, con incremento de la demanda interno y con datos menos lesivos en el mercado laboral. ¿Por qué? Básicamente porque Bruselas ha permitido mayor laxitud en el cumplimiento del déficit, por motivos electorales. En otras palabras: la macroeconomía va mejor porque se ha flexibilizado la regla del déficit –una pieza totémica que parecía intocable–, en un contexto de bajos tipos de interés y de compras masivas de deuda pública por parte del BCE. Una práctica que Draghi no dejará de hacer en los próximos meses.
Por ello, me parecen excesivamente dramáticas las jaculatorias sobre la nueva convocatoria electoral: no es tan grave en la economía. Y en dónde sí puede serlo, el gobierno español tiene en su voluntad política la capacidad para atenuar la situación. El chantaje está servido.