Los números que vienen con Trump

Es pronto todavía para evaluar el impacto económico de las medidas que, al menos en la campaña electoral, propuso Trump. Pero no es arriesgado pensar que podríamos asistir a una reedición de la política que ya en su día impuso Ronald Reagan: bajadas de impuestos a los ricos e incremento del gasto público (no social), hecho que va a determinar un incremento brutal del déficit público. Vayamos por partes.

  1. La reducción de impuestos. Del orden aproximado a los seis billones de dólares en los próximos diez años, según cálculos del Tax Policy Center (véase: http://election2016.taxpolicycenter.org). La cifra es monumental, y supondría una caída de ingresos públicos de primera magnitud, que sus proponentes contraponen con la ya famosa y fallida curva de Laffer: recortar impuestos es poner dinero en el mercado y, por tanto, incrementar el crecimiento económico, con lo que se aumenta la recaudación impositiva. No hay casos en la historia económica que avalen tal aserto, toda vez que contraer los impuestos a los más ricos nunca se ha revelado como un ejercicio que vaya a dinamizar su inversión y su gasto en consumo. Una falacia.
  2. Incremento del gasto público. Estamos ante un keynesianismo de derechas, que urge planes de gasto federal concentrados en dos vertientes: un plan de infraestructuras, proclamado por Trump, que ha calado fuerte en la población en las zonas con mayores problemas de paro e inseguridad laboral. Invertir en carreteras, autopistas, transportes, etc. un sector en el que, por cierto, tiene experiencia el nuevo presidente en su campo empresarial, constituye sin duda una palanca tractor del crecimiento económico. Aquí las cifras se sitúan entorno al billón de dólares. En paralelo, el gasto militar puede incrementarse en cifras que ronden el medio billón de dólares, si tenemos en cuenta las soflamas militaristas del presidente electo y, sobre todo, la gente que empieza a rodearle: los representantes más genuinos de los halcones republicanos, encarnados en el nuevo vice-presidente, un hombre ultra conservador y retrógrado con conexiones potentes en el Pentágono.Una irresponsabilidad, manteniendo el punto 1.

    Los lobbies económicos se frotan las manos, y Wall Street, que parecía acariciar a Clinton, se ha aprestado a peinar con mimo la cabeza de Trump. La conclusión con estos números gruesos es espectacular: la importante contracción de ingresos y el incremento del gasto, bajo el supuesto ya demostrado en el pasado que la reducción impositiva no aumenta la recaudación (tal y como se reveló en la época Reagan), va a suponer un aumento de la deuda pública, habida cuenta que ésta va a tener que financiar los desequilibrios. Éstos podrían cifrarse en unos 7-8 billones de dólares más, una cifra que multiplica el PIB de muchos países medianos de la vieja Europa. A este déficit por cuenta corriente debe añadirse el previsible déficit comercial, ya que la política proteccionista a ultranza preconizada por Trump va a tener problemas de ejecución completa si se lanza a los puntos 1 y 2 antes enunciados. Marcar con un 30% en aranceles las importaciones chinas, por ejemplo, puede tener como corolario la dificultad en la colocación de deuda pública norteamericana, que ya se encuentra, en forma de bonos del Tesoro, muy controlada por el capitalismo de Pekín. Todo un mosaico, pues, de contradicciones flagrantes.

    Lo decían algunos analistas hace pocos días: el problema de Trump es lo que tiene detrás, lo que se escondía tras él y que ahora puede emerger con toda su fuerza, ya que el magnate no es un hombre estrictamente de partido, pero éste es necesario totalmente para cubrir las miles de plazas necesarias (unas 4.000) para el cambio de la administración. La Gran Recesión, por tanto, no vira hacia un cambio de un paradigma que se ha revelado fallido. Nos esperan la incertidumbre, el neo-conservadurismo y el mantenimiento de unas políticas públicas que siguen conduciendo al incremento de la desigualdad.

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