La FED (Reserva Federal de Estados Unidos) sube los tipos de interés; una previsión que se avanzó en esta columna hace semanas. Se habla que esto ya lo han descontado los mercados; pero la verdad es que no es posible saber, con certeza, cuál va a ser la reacción real de los mismos. De entrada, el dólar se va a fortalecer, lo que creará problemas a las exportaciones americanas, si bien abaratará las importaciones. La confianza general estriba, fíjense, en el anuncio de medidas de mayor gasto público por parte de Trump: más infraestructuras en un país que necesita renovarlas; amén de los incrementos inversores que se pueden producir en la industria militar norteamericana. Sectores tractores que van a impulsar el crecimiento económico a pesar de que se vaya expandiendo a su vez lo que Yanis Varoufakis ha calificado como los “déficits gemelos”: comercial y presupuestario. Leo en informes económicos que, además, los tipos de interés se van a subir en tres ocasiones más en el curso de 2017, entre el 0,25 y el 0,75, de forma que el próximo año podemos asistir a un aumento evidente en el precio del dinero, si el repunte de Estados Unidos se traslada al resto del mundo. Todo esto es condicional: nadie conoce el devenir económico real, y los economistas debemos movernos bajo conjeturas y supuestos, teniendo muy presente la experiencia del pasado.
En paralelo, el FMI ha lanzado dos mensajes sobre la economía española: se pide una nueva financiación para las autonomías, proceso que parece encallado; y se asume que, para cumplir con las reglas del déficit público, va a ser muy recortar más gastos, de manera que deberá operarse sobre los ingresos en forma de mayores cargas tributarias. Otras recetas son más familiares: moderación salarial y más reformas estructurales, que se intuyen dirigidas a hacer más flexible el mercado laboral. Interesa centrarse en el primer bloque de propuestas.
El FMI señala algo que el Ministerio de Hacienda no ha querido observar nunca, y que es trascendental: los déficits de las comunidades autónomas son asimétricos (es decir, distintos, pero todas deben cumplir con un mismo objetivo), desde el momento en que su trayectoria ha sido diferente y su capacidad de financiación desigual. Esto obliga a ceder más márgenes en impuestos como IRPF e IVA –cosa que favorecería mucho a Catalunya y Balears–, más de lo que ya se consiguió con el sistema de financiación del 2009. Y, a su vez, debería inferir mayor capacidad fiscal a las autonomías, con la adopción de figuras tributarias que no sean recurridas desde la administración central. El otro factor apuntado por el FMI se relaciona precisamente con el déficit público y la política fiscal. La conexión autonómica es clave: el FMI indica que recortar gasto va a ser muy difícil –porque afecta al gasto social–, y la clave del equilibrio será una política de ingresos que aumente la tributación. El FMI habla de que existe margen para al IVA turístico y la restauración, piedras angulares de la economía balear: el ratio IVA/PIB es un 3% inferior en España, en relación a otros países. 2017 no va a ser tan optimista como se piensa desde el gobierno central. Sólo el turismo dará el contraste.