La crisis generada por el coronavirus nos coloca en escenarios distintos, mucho más inciertos en relación a otras crisis económicas, dado que nos enfrentamos a shocks de oferta y de demanda, muy seguidos y persistentes. Incluso si se encuentra una vacuna contra el virus, el tiempo económico habrá ya variado. Las adaptaciones deberán gestionar situaciones de incertidumbre e inseguridad, de forma que algunas actividades económicas, como por ejemplo el turismo –que supone más del 14% del PIB de España–, se recuperará de manera muy gradual y con retraso en relación a otros sectores, sin rebotes inmediatos. Ahora bien, si antes de esta situación dramática ya era necesario repensar nuestro futuro, ahora más que nunca esto se ha convertido en prioritario. Todo ello nos adentra en nuestro modelo de crecimiento, que debería hacerse bajo ópticas realistas que contemplen la coyuntura en la que nos encontramos instalados; pero también la estructura, rehuyendo discursos excesivamente teóricos y/o de escasa aplicabilidad o meramente continuistas.
Los gobiernos han lanzado propuestas importantes en forma de ayudas, subvenciones, ralentizaciones fiscales; los bancos centrales están inyectando liquidez. El tiempo juega de nuevo un papel determinante: sin la expansión de las medidas que se han anunciado, se entrará en recesión severa. Las claves radican en:
- Reducir las quiebras personales y empresariales.
- Garantizar la llegada de dinero a la gente para que pueda seguir consumiendo, aunque no esté trabajando.
- Reactivar las palancas de la inversión y el estímulo de la demanda.
Estos factores, que atañen personas y corporaciones, se deben cotejar con:
- a) Políticas fiscales, con flexibilizaciones reales en las reglas estrictas de los planes de equilibrio presupuestario y la adopción, desde el Banco Europeo de Inversiones (BEI), el Banco Central Europeo (BCE) y la coordinación de la UE, de estrategias inversoras de gran calado. Es la hora de poner en práctica el Green New Deal, de manera efectiva y con los recursos necesarios.
- b) Políticas monetarias, expandiendo las compras de deuda pública por parte del BCE, tanto en los mercados secundarios como en adquisiciones directas a los gobiernos, con controles estrictos para que los flujos monetarios lleguen a sociedad y empresas. En este campo, no es arriesgado pensar en procesos de mutualización de deudas y/o condonación, de facto, de parte de ellas.
- c) Políticas de corte social, que garanticen la sostenibilidad de los sectores más vulnerables de la sociedad y refuercen los sistemas sanitarios.
- d) Políticas comerciales, sin ir a escenarios de proteccionismos extremos.
El desarrollo de estas políticas afectan parcialmente a gobiernos nacionales, pero con una imbricación enorme en instancias supra-nacionales; a la vez, existen también márgenes de maniobra para los gobiernos regionales. Sin la acción coordinada de la UE, sin su apoyo, resultará muy difícil resolver la crisis. Aparecen entonces interrogantes en el modelo económico, que deberán ser dilucidadas: diversificar, ¿como? ¿En qué sectores? ¿Con cuáles protagonistas? ¿Y los costes? Decrecer, ¿para hacer crecer qué? Todo un desafío.