¿Qué pasará en Grecia si, al final, gana Syriza, como indican los sondeos? Nada radical, en el sentido de una transformación de raíz de todo el sistema. La pugna está clara: Alemania y la troika exigen cumplimientos del Memorandum impuesto a Grecia, requerimientos difíciles de solventar. La economía griega está exhausta. La sociedad, agotada. No se pueden hacer más sangrías a un enfermo con anemia. De manera que posiciones extremas, como a veces ha proclamado Tsipras, serían también un suicidio económico y social para Grecia: sus indicadores empeorarían en una transición cuya temporalidad se desconoce. El líder heleno ha cambiado ya el paso: sus reflexiones son más ajustadas a una realidad que ve venir, cada vez, más acelerada. Llegará la hora de decidir. Y entonces las pancartas estarán en otro lado, abandonadas.
Pero, además, Alemania no puede seguir atornillando las tuercas a la Europa del sur. Esta situación la ha calibrado el mismísimo Banco Central Europeo, alarmado ante el real peligro de deflación en Europa. De ahí el reciente movimiento de Draghi y su anuncio de inyectar 1,2 billones de euros hasta fines de 2016, para la compra de deuda pública. El tema se ha paseado, sin rubor, en el Foro de Davos, ante una Merkel con cara de póker.
Creo que Alemania cederá en el Memorandum griego: facilitará calendarios, aligerará los montos de la deuda. Grecia, con Syriza al frente –vayamos a suponer esto– no abogará por su salida del euro, ni por su negativa tajante a hacer frente a los compromisos de la deuda. Una salida en tablas, en la que ambos contendientes van a tener que construir un nuevo relato para convencerse a si mismos y a sus seguidores.
Porque Grecia no puede permitirse transitar al margen del conjunto europeo. Pero la Unión Europea tampoco puede prescindir de la permanencia griega en su seno. No habrá una «revolución» de izquierdas. Tampoco se va a acrecentar la asfixia de Grecia. Eso es, al menos, lo que indica el sentido común.