Las lecciones de Bauzá y la apuesta de los hoteleros: increíbles argumentos

El presidente de Baleares acaba de descubrir algo que le veníamos diciendo, a él y a su equipo económico, desde el inicio de la legislatura: el problema del déficit balear se centra en una caída brutal de los ingresos, evaluada en unos 1.000 millones de euros. El dato se proporcionó ya en 2009, y resultó avalado por la Intervención General del Estado en 2011. Éste y no otro es el motivo esencial de que el déficit público se disparara entre 2009 y 2011, llegando a poco más del 4% del PIB. Tal situación fue, además, refrendada por buena parte de los gobiernos del mundo: esa drástica pérdida de ingresos fiscales por causa de la Gran Recesión, un fenómeno subrayado incluso por el propio FMI. En otras palabras: el déficit es una consecuencia de la crisis; no es su causa.

Frente a esta tozuda realidad, que los conservadores han tratado y siguen tratando de vender como una pésima gestión del gobierno progresista anterior, en el sentido de no controlar el gasto público y de incrementar la deuda, el presidente insular ha aprendido otra lección: que deja las islas mucho más endeudadas, con cifras que rebasan los 8.000 millones de euros y que, prácticamente, duplican la que heredó. Una herencia que los voceros populares calificaban como catastrófica. Bueno: juzguen ustedes mismos cómo definir el paso de 4.500 millones de euros de deuda en mayo de 2011 a ese dato estratosférico de más de 8.000 millones en 2015. Recuerden: datos homogéneos, según los boletines del Banco de España; nada de chorradas inventadas por los escribanos de turno. Y ello con un agravante: con escasísima inversión pública, con nula reivindicación al gobierno central y con la ayuda del nuevo modelo de financiación negociado por el Ejecutivo del president Francesc Antich, que ha supuesto unos ingresos adicionales para Baleares del orden de los 500 millones de euros anuales.

Bauzá deja unos servicios sociales más frágiles que los que heredó: tanto en sanidad, como en educación y dependencia, el PP ha metido hasta el tuétano la tijera, sin considerar las consecuencias sociales que esa práctica comporta. En paralelo, su falta de resolución en las peticiones al gobierno central, ha supuesto la consecución de una legislatura huérfana en inversiones del Estado. El cuatrienio 2011-2015 pasará a la historia democrática de Baleares como el más raquítico en inversiones estatales en las islas. El contraste: las inversiones que sí llegaron a las islas entre 2008 y 2010, recogidas en las liquidaciones de los Presupuestos y que supusieron asignaciones económicas al turismo, el medio ambiente, las infraestructuras ferroviarias y de carreteras y la I+D+i.

¿Qué resultados puede argüir el PP? Pocos. Ha conseguido reducir el déficit público, sin llegar a su completo cumplimiento: éste era el objetivo económico primordial para Bauzá. Un objetivo fallido. La deuda pública no ha parado de crecer, sin contrapartidas inversoras, tal y como ya he dicho. ¿Y el mercado de trabajo? Aquí los conservadores y sus correas de transmisión sacan pecho. Pero hacen trampas estadísticas, tal y como están demostrando diferentes estudios de toda solvencia –tanto en Baleares como en el ámbito peninsular–, toda vez que el número de horas contratadas ha caído drásticamente en España y también en Baleares. Datos que provienen, además, de la propia EPA. Claro y en botella: se ha agravado la explotación laboral.

Ahora bien, un logro resulta incuestionable para el PP: su ineptitud ha puesto de nuevo las pilas a los bulldozer de la patronal hotelera, que braman señalando, con datos, cifras y argumentos que hacen sonrojar y que insultan la inteligencia de las personas, que sólo el PP es garante de una estabilidad económica y social. Y que cualquier experimento progresista es un billete al infierno. Tremendo. Los grandes empresarios hoteleros se han posicionado sin mácula: temen nuevos impuestos que ellos mismos ya conocen en otros destinos turísticos, y señalan que todo el «equilibrio» actual se va a perder si se conforma un nuevo pacto de izquierdas. No les crean: ni a sus prevenciones, ni a sus llamadas al miedo ni a sus promesas. La historia económica es también tozuda, y demuestra las falsedades que se van desgranando para minar una posibilidad tangible de cambio. Los empresarios debieran ser más cautos, más prevenidos, y hacer como hicieron los grandes banqueros en 1982, cuando ganó por vez primera el PSOE: señalar que ese nuevo gobierno iba a ser, también, «su» gobierno. Mientras los hoteleros sólo consideren al PP como «su» gobierno, dejan escasísimo margen para un escenario plausible de negociación, sea cual sea el resultado de la misma.

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