Esto se escribió en 1925…pero tiene gran vigencia

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La respuesta ortodoxa consiste en echarle la culpa al trabajador, por trabajar poco y ganar mucho (…) [Si nuestros precios se consideran] demasiado altos (…) el camino para rebajarlos es (…) la restricción del crédito.

Ahora bien, ¿qué significa esto en lenguaje llano? [El] problema es reducir los salarios monetarios y a través de ellos el coste de la vida, con la idea de que, cuando se haya completado el circuito, los salarios reales serán tan altos, o casi tan altos, como antes (…) Pero, ¿qué modus operandi consigue [que] se alcance este resultado?

No de otra manera que mediante la intensificación deliberada del desempleo (…) hasta que los trabajadores estén dispuestos a aceptar la reducción necesaria de los salarios monetarios bajo la presión de los hechos.

[Esta política] con el objetivo de forzar reducciones de salarios [supone] la tragedia de nuestra situación [que] radica en el hecho de que, a partir del punto de vista erróneo que se ha adoptado oficialmente, esta evolución es teóricamente justificable.

[Una consecuencia de todo ello es la deflación]. La deflación no reduce los salarios «automáticamente». Los reduce produciendo desocupación.

La deflación, una vez que empieza, aunque sea pequeña, es acumulativa en su progreso. Si el pesimismo prevalece en general en el mundo de los negocios, la circulación más lenta del dinero que resulta de ello puede sostener la deflación durante mucho más tiempo.

Sobre la base de la justicia social no se puede justificar en ningún caso la reducción de los salarios de los obreros. Ellos son las víctimas del monstruo económico. La teoría del monstruo económico es que los salarios deben establecerse por la presión económica, con otras palabras, por los «hechos duros», y que nuestra inmensa máquina debe funcionar a tope, atendiendo sólo a su equilibrio como un todo y sin prestar atención a las consecuencias ocasionales para los grupos individuales.

[La] fe en los «ajustes automáticos» y [el] descuido general de los aspectos sociales, es [el] símbolo y [el] ídolo esencial de los que se encuentran en la sala de mandos de la máquina.

Si esta política puede llevarse a cabo (…) dejará mucha injusticia detrás (…) porque ganarán los grupos más fuertes a expensas de los más débiles.

Alguien puede contemplar [esto] con ecuanimidad. Yo no. Implica una gran pérdida de renta social, mientras continúe, y dejará una gran injusticia social detrás de si, cuando haya terminado.

John Maynard Keynes, «Las consecuencias económicas de Churchill», Ensayos de persuasión, Crítica, Barcelona 1988.

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