La nueva artillería de Draghi es esta: la compra de bonos corporativos. Lo verán ustedes en poco tiempo, tras diferentes reuniones desde el pasado mes de marzo. La cosa está a punto de lanzarse, según los cenáculos académicos neoyorquinos. El banquero se decide a aplicar una nueva fase en la agresiva política monetaria que está desarrollando; quizás sea esa fase la más drástica de todas por las que ha transitado el BCE desde el estallido de la Gran Recesión. La idea es comprar bonos de inversión de compañías de la eurozona; sólo los bonos con un vencimiento de más de seis meses y hasta treinta años. Cualquier empresa incorporada a la eurozona –con la excepción de los bancos– es susceptible de disponer de estas operaciones, aunque su casa matriz se encuentre fuera de Europa. Se incluyen, por consiguiente, las empresas fabricantes de automóviles –un sector relevante en algunos países europeos– e incluso las aseguradoras. Las compras se ejecutarán a través de los bancos centrales de Bélgica, Alemania, España, Finlandia, Francia e Italia, y se actuará tanto en mercados primarios –nuevos bonos– como en secundarios –bonos ya emitidos–, con el objetivo de proporcionar financiación a las empresas.
La pretensión de Draghi es iniciar de forma gradual estas compras, para estabilizarlas entorno a los 5 mil millones-10 mil millones de euros mensuales. Uno de los objetivos del banquero de banqueros europeo es estimular la inflación, que se advierte como un indicador preocupante desde el BCE, pero que parece no inquietar tanto a la cancillería alemana, no muy favorable a realizar excesivas políticas de estímulo. Ahora bien, ¿qué dificultades se ven en tal estrategia? Esencialmente, se puede deducir que la financiación irá a las grandes empresas, que ya disponen de posibilidades de acceso a créditos a precios bajos. La incógnita va a ser cómo llegará ese alud de dinero a las pequeñas y medianas empresas, que en países del sur de Europa representan el grueso del tejido empresarial, toda vez que la emisión de bonos en los mercados primarios puede copar prácticamente buena parte de la liquidez financiera.
Con todo, no puede negarse que Draghi lo intenta. Quienes siguen obstinados en su inacción son los gobiernos europeos, que apenas activan políticas efectivas de estímulo fiscal, que deberían negociar políticamente en los foros correspondientes de la Unión Europea. No hay Tablas de la Ley que indiquen qué déficit debe tenerse, ni cálculo econométrico que santifique una ratio específica. La voluntad política es, pues, determinante. Y esa voluntad sigue anclada en la austeridad, y a la espera de que super-Mario vaya lanzando iniciativas monetarias como ésta, con resultados inciertos.