La biblia de los inversores, el Wall Street Journal, se ha hecho eco esta madrugada de unas afirmaciones de Janet Ellen, la todopoderosa presidenta de la Reserva Federal: las posibilidades de una recesión son pocas, «bastante bajas», aseveró Ellen. Pero, a continuación, acotó que el crecimiento económico a largo plazo «podría ser lento», y el de la productividad también. Ante el Congreso, la mandataria de la Fed indicó que la economía de Estados Unidos estaba funcionando bien, y que seguirá creciendo.
No tengo dudas sobre estas declaraciones positivas: siempre hemos dicho, desde esta columna, que Estados Unidos había encarado mucho mejor la Gran Recesión que Europa, y que había aprendido mucho de la crisis japonesa de los años 1990. Sin embargo, Ellen sigue acariciando la subida de tipos de interés, que ha paralizado por el momento ante la evolución del resto de las economías del mundo. Es aquí donde residen los problemas más importantes: en las medidas ignoradas, en la obstinación por las recetas fallidas. Si la economía americana tiene sombras se debe más a los problemas que sacuden la globalización que a los posibles errores cometidos por los responsables económicos americanos desde 2008.
Estados Unidos puede que resista, con los datos que maneja Ellen con toda solvencia. Pero las dificultades de los países emergentes y las parálisis europea y nipona constituyen serias amenazas a una recuperación económica efectiva. Si la incertidumbre persiste, la presidenta de la Fed acabará por subir tipos antes de que termine 2016. Y esto no augura nada positivo para el resto del mundo financiero.