El bloqueo para formar gobierno parece inamovible. La aritmética es la que es, y resulta grotesco observar que la mayor parte de la presión se realiza sobre el PSOE, tanto desde los otros partidos como desde palestras mediáticas, como el grupo PRISA, coreado por voces insignes del socialismo histórico. Pero a mi juicio la clave está en la actitud de Ciudadanos. Si este grupo se mantiene en su abstención se plantea un escenario; si cambia por un voto afirmativo a Rajoy, se abre otro.
- Si Ciudadanos mantiene su abstención, entonces se aleja la investidura de Rajoy y se abre la posibilidad a configurar un gobierno alternativo, presidido por el PSOE. Aquí, tanto Podemos como Ciudadanos –como otras fuerzas políticas– tendrán que dejar el tacticismo y acogerse a una visión de Estado, sin marcar líneas rojas ni bloqueos ideológicos.
- Si Ciudadanos decide dar el voto a Rajoy, entonces va a resultar imposible cualquier formación de un gobierno progresista –el pescado ya estará vendido con 171 escaños, a cinco de la mayoría absoluta–, de forma que la presión sobre el PSOE va a ser altísima para que se abstenga y, en este caso, deberá dejar gobernar al PP. Aquí, la capacidad de negociación de esa abstención debe ser importante, tal y como aconteció a los socialdemócratas alemanas en su apoyo a los conservadores.
La pelota está en otro tejado, que no es el socialista. El PSOE no debe iniciar movimiento alguno mientras Ciudadanos no mueva con mayor claridad sus piezas. Trasladar la patata caliente a Sánchez –en una dirección u en otra, capitaneadas por Ciudadanos y Podemos–, ahora mismo, es un acto cínico que sólo persigue despojarse de culpabilidad y adjudicarla en su totalidad a la actitud que acabe adoptando el grupo socialista.