Comisión Europea: una multa que se acabará pagando

 

Luis de Guindos y el gobierno de Rajoy han vendido el perdón de la multa a España como un triunfo de su buen hacer y de sus positivas relaciones con la Comisión Europea. Cabe decir que la cancelación de esa multa se produce en un momento delicado para la propia Unión Europea: tras el Brexit y ante el aumento del euroescepticismo y de la presencia de opciones políticas que no son, precisamente, proclives al mantenimiento de la unión política. Ese es, quizás, el motivo central que más ha pesado a los dirigentes económicos europeos para presentarse como más flexibles, ante los innegables problemas presupuestarios de la Europa del sur. Mano de hierro en guante de seda, toda vez que la nueva senda diseñada por la Comisión Europea determina un déficit del 4,6% sobre PIB (partiendo del 5,1% actual), 3,1% en 2017 y 2,2% en 2018. Una sangría de la economía pública. En números más atinados: estamos hablando de un 0,5% sobre PIB durante cada ejercicio –con la exclusión de 2016–, lo que equivale a un ajuste de unos 10.000 millones de euros cada año. Una cifra brutal, que comporta además otros compromisos: revisiones trimestrales de las cuentas públicas por parte de la Comisión Europea, que traslada el problema al gobierno español para que éste actúe, a su vez, sobre el resto de las administraciones. Tiempos, pues, de exigencias draconianas para las comunidades autónomas.

En efecto, 2017 y 2018 van a ser años muy difíciles para la economía pública española, habida cuenta que las medidas que se deriven para ese ajuste fiscal –recuérdenlo: 10.000 millones de euros/año– tendrán su corolario en las regiones y, por tanto, en las próximas reuniones del Consejo de Política Fiscal y Financiera. Los gastos van a tener que recortarse en sus capítulos más sociales –educación, sanidad y servicios sociales– y en la inversión, al tiempo que el Estado deberá revisar su cesta impositiva con previsibles revisiones de los IVAs reducidos. Adiós, definitivamente, a la aplicación de un IVA super-reducido para el turismo, el verdadero motor de la economía española en estos momentos. Este planteamiento, que se antoja severo, es el que ha triunfado: las palomas sobre los halcones. Éstos, encabezados por el Bundesbank, exigen mayor castigo, más aceite de ricino a los incumplidores. De nada sirven, por lo que se ve, disculpas oficiales como la confesada por el propio FMI, en un informe reciente: se admite sin tapujos que los recortes en Grecia, muy gravosos para la propia economía helena, tenían como objetivo esencial satisfacer a los bancos germánicos y galos. Toda una declaración de final –que no de principios–, que es lo que algunos economistas íbamos advirtiendo en nuestras investigaciones y artículos más divulgativos. El alma social europea se desvanece. Alemanes y franceses, al alimón, exigen a sus socios comunitarios periféricos algo que ellos no practicaron en su momento. Porque también Berlín y París incumplieron las ahora estrictas reglas que deben admitirse sin matices; pero su dominio político es tal, que las páginas de este libro lamentable de la austeridad se pasan a una velocidad ultrasónica.

Volvemos, pues, a las andadas: se avecinan más medidas de recortes en 2017 y 2018, lo que penalizará los crecimientos económicos de España para esos dos años. Resulta difícil hacer entender a estos tipos de la Comisión Europea algo que la Historia Económica viene demostrando desde 1929: que las medidas duras de equilibrio presupuestario a ultranza no están portando a una mayor cohesión económica ni social (y por el contrario retraen la recuperación y el crecimiento), y que con la austeridad se va al precipicio. Barry Eichengreen, un gran economista e historiador económico, ha relatado, en un reciente libro (Hall of mirrors, Oxford University Press, 2016) una comparativa convincente entre la Gran Depresión y la Gran Recesión. Y sus conclusiones son inequívocas: la dureza de la Comisión repite errores que se cometieron a raíz de la caída de Wall Street en 1929, errores que persistieron en los graves problemas sociales y económicos de la crisis. Nada, ni la experiencia histórica, hace entrar en razón a estos guardianes de esas ideas fracasadas (imprescindible: Steffen Lehndorff, El triunfo de las ideas fracasadas. Modelos del capitalismo europeo en la crisis, La Catarata, Madrid 2015).

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