Pueden distinguirse dos diferencias sustanciales entre los servicios y la manufactura. Primero: algunos servicios son comercializables, de manera que ostentan cada vez más importancia en el comercio mundial. Se trata, sobre todo, de actividades muy intensivas en conocimiento, pero que generan pocos puestos de trabajo. Segundo: en naciones en desarrollo los servicios absorben los excesos de mano de obra, en actividades con productividades bajas e intensivas en fuerza laboral. Pero estas ocupaciones no pueden ampliarse sin ejercer una relación muy desfavorable contra si mismas, es decir, reduciendo los precios de los servicios lo que, en definitiva, equivale a contraer los salarios.
Las economías occidentales presentan una nueva naturaleza en los servicios. Éstos tienen una función capital en la transición de estructuras industriales avanzadas hacia sectores sustentados en el conocimiento. De hecho, los servicios son actividades que más contribuyen a la creación de empleos intensivos en conocimiento, con la globalización económica como acicate primordial, que estimula los mercados financieros, técnicos, de alto valor añadido y, también, turísticos (si bien aquí los matices son más importantes). Estas actividades ya no se caracterizan por una baja productividad, según se ha documentado en la literatura sobre el crecimiento de las economías desarrolladas. Así, la investigación sobre una muestra de treinta países miembros de la OCDE demostró el avance constante de los servicios de alto valor añadido, mientras que los tradicionales (servicios sociales y personales y hoteles y restaurantes) registraron aumentos de la productividad y los servicios modernos (transporte, intermediación financiera y telecomunicaciones) subrayaron cifras comparables a algunas actividades de alto crecimiento en el sector industrial. La característica central de esta tercerización es su heterogeneidad, tanto en la Unión Europea, Estados Unidos y Japón. Al mismo tiempo, se aprecian diferencias importantes en cuanto a niveles de productividad y rendimiento en las comunicaciones y el transporte en países de Europa y servicios financieros en Estados Unidos, casos que muestran mejoras comparables a las de la fabricación estricta. En cualquier caso, la inter-conexión entre actividades terciarias e industriales rubrica que el contenido de cualificación de los sectores de transformación y los de servicios ha aumentado con el tiempo.
La visión que se tiene sobre las economías de servicios suele ser negativa: se habla de actividades que se definen como “improductivas” y de productividades muy bajas, a la vez que se indica que son poco innovadoras. Pero muchas actividades de servicios son cada vez más “industrializadas”. Esto ha provocado que se hable de “desindustrialización positiva”, relacionada con aumentos en la productividad de los sectores industriales resistentes y la absorción de gran parte de la mano de obra excedentaria por el sector servicios. Esto constituye un reto innegable en el encaje de la Agenda 2030.