Los gobiernos, sea el central o el autonómico, ofrecen datos que insinúan una efectiva recuperación de la economía, desde una perspectiva de carácter macroeconómico. No es, sin embargo, la percepción que tiene la población, ni los datos directos que la afectan van en esa positiva dirección. Aquí van cinco reflexiones, sustentadas sobre indicadores de carácter oficial –los que siempre se usan en esta columna, al margen de interpretaciones–:
- Las cifras macroeconómicas inter-trimestrales de la economía española se están debilitando. No remontamos, o lo hacemos con una anemia notable. Imposible alcanzar así cifras solventes en el mercado de trabajo, que padece cada vez más esto que Zygmund Bauman califica como “precariado”.
- Se incrementan los costes bancarios: según informaciones del Banco de España, estarían, para las familias, entorno al 7-7,5%, mientras el Euribor no va más allá del 0,4-0,5%. Un diferencial enorme, que supone encarecer préstamos y, por tanto, decisiones de inversión y consumo. En esta línea, sólo se han aceptado un 35% de las peticiones de crédito: un raquitismo que imposibilita acciones contundentes en la demanda agregada.
- La reducción del ahorro, según datos también procedentes del Banco de España: el consumo privado ha repuntado algo; pero ello obedece, justamente, a esa contracción del ahorro. Las familias están consumiendo sus “colchones” de seguridad –depósitos, fondos–, dada la precariedad laboral, con salarios cada vez más bajos y la escasez del crédito. Los datos del Ministerio de Hacienda son ilustrativos en este aspecto, extraídos de las declaraciones de los contribuyentes: un 39% declaran una base imponible de 12.000 euros o menos al año, un 42% entre 12.000 y 30.000 euros y un 15% entre 30.000 y 60.000 euros. Apenas un 3,5% ostentan bases imponibles superiores a 60.000 euros. En cifras más globales: cerca de 16 millones de personas viven con menos de 30.000 euros al año, y unos 8 millones lo hacen con menos de 12.000 euros. Unas 6.000 personas declaran una media de 1,5 millones de euros al año. La pirámide se estrecha por arriba y se ensancha en su base. Es el derrumbe de la clase media, tema en el que inciden aportaciones muy recientes desde los campos de la economía y de la sociología.
- La productividad está cayendo en un contexto, además, de reducción de las exportaciones, que parecían ser una tabla de salvación. Las cifras turísticas están ayudando a corregir los desequilibrios de la balanza de pagos; pero la traslación a la microeconomía no es muy boyante: los contratos laborales son cada vez peores y aumentan las horas de trabajo de la gente con mucha menos remuneración.
- El deterioro institucional contribuye al estado anímico del desastre. Como ha explicado el Premio Nobel de Economía Daniel Kahneman, el contagio de las sensaciones negativas que perciben los consumidores, auspiciadas además por un comportamiento extractivo de las instituciones y de los individuos que las dirigen (en el sentido que explican Darek Acemoglou y James Robinson), contribuye a la postración social, a la apatía.