Baleares lleva ya años perdiendo posiciones en renta per cápita. Los últimos datos, correspondientes a 2012-2014, sitúan el archipiélago en una posición ligeramente superior a la media, cuando antes de 1985 ocupaba palestras más potentes. El hecho se produce en años en los que las temporadas turísticas han resultado extraordinarias. Una mayor actividad económica –más visitantes, más gasto turístico, mejores cuentas de explotación– no se está traduciendo en factores positivos para la renta per cápita balear. En definitiva, para la capacidad de consumo de la gente y, por ende, para su bienestar. Al contrario: Baleares sigue en un estancamiento generalizado que, reitero, no se corrige con una mayor intensidad de su principal industria. Varios elementos conviene considerar en este panorama:
- El turismo es, en estos momentos, la principal actividad exportadora de la economía española. Y, en el caso de las economías regionales especializadas, como la balear, se han apreciado, como decía, mejores resultados en los principales indicadores turísticos, contrastados por entidades como el INE y otras fuentes de carácter privado. Los aspectos exógenos –la mayor demanda exterior de servicios de ocio– se alinean con los endógenos –necesidades potenciales mayores para cubrir aquella demanda–; en otras palabras: debería existir una correlación directa entre empuje empresarial y contratación laboral.
- Sin embargo, la traslación al mercado de trabajo no infiere una mayor contratación, que fuera razonable con la expansión del turismo. En Baleares, la actividad productiva intensiva en fuerza de trabajo supone que menos personas ejecutan las mismas funciones –e incluso superiores– que antes desarrollaban más trabajadores. Así se incrementa, de forma ficticia, la productividad. Es de prever un incremento de los beneficios empresariales que contrasta con ese empobrecimiento en la renta per cápita, antes anunciado.
- La política económica impulsada por el Govern desde 2011 agudiza la pauperización social, a fuerza de recortes en servicios públicos que han apuntalado el deterioro económico insular. El bucle negativo se cierra: un sector privado que gestiona la prestación de actividades turísticas, con evidente contención salarial y escasos contratos laborales, se coloca al lado de una economía pública que despide personal, deja de invertir y sólo se mueve por un objetivo: la reducción del déficit público. Salarios más bajos, servicios menos dotados, descapitalización pública: este es el trípode sobre el que pivotan los ejes de las políticas económicas que emanan de Moncloa y del Consolat de Mar.
- El planteamiento de otro modelo de crecimiento, teniendo bien presente que el turismo de masas debe ser su fuerza central, ha motivado aportaciones teóricas de los economistas. En la legislatura 2007-2011 se ofreció seriamente un cambio en esa pauta de desarrollo desde el Pacte per la Competitivitat. Porque de lo que no cabe duda es de los límites del presente modelo, márgenes que se han advertido desde hace años pero que son sistemáticamente ignorados por quienes piensan que la inercia, y sólo ella, aportará la solución.